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Las seis vidas de Franco

La última vez que Franco decidió morir, alguien volvió a tocar su puerta.

Martes 03 Enero 2017 | 04:00

Todo estaba listo: la soga  amarrada a la viga del techo, la silla desde donde se iba a lanzar, y una carta donde pedía perdón a sus familiares.
No faltaba nada, o eso parecía. Pero, como ha sucedido en otras ocasiones, siempre llega alguien que lo rescata a último momento. Ese día un tío tocó su puerta y evitó que se matara.  
No es la primera vez que Franco deja plantada a la muerte. En el transcurso de los últimos siete años la ha convocado por otras cinco ocasiones, pero a última hora no se encuentran. 
Aquel es el número de veces que ha intentado suicidarse. En su historial hay tres  envenenamientos, dos ahorcamientos con cuerdas y un corte de venas, pero Franco sigue vivo. 
La razón él no la conoce, pero para saber por qué ha intentado matarse hay que conocer su historia. 
Vive en Manta. Es mediodía, hora de almuerzo. Franco cocina una sopa de harina, la comida preferida de su madre de 52 años pero no de su perro, un french cruzado con chihuahua.
Lo encontró deambulando  por las calles de Pedernales  luego del terremoto del pasado 16 de abril. Desde entonces el animal no se ha alejado de él. Lo sigue a todos lados.   
Franco tiene serias sospechas de que la mascota  pertenecía a una familia adinerada, ya que solo comía sardina y pollo. 
El perro y su madre, quien padece de 90 por ciento de  discapacidad, son su única compañía. 
Antes vivían en una casa ubicada en Pedernales, pero luego del terremoto la vivienda quedó destruida y pasaron a ser damnificados.  
Las seis veces que intentó matarse fue en esa ciudad. 
Las razones son varias: soledad, depresión, angustia, pobreza, agotamiento. Cuenta que su vida no ha sido fácil. 
Él creció con sus abuelos, pero ambos murieron en el transcurso de los últimos ocho años. Fueron golpes duros. 
En ese tiempo él trabajaba y ellos cuidaban a su madre.   
Ahora debe bañarla, cambiarle el pañal, darle de comer y proveerle sus medicinas. 
El problema es que  muchas veces no tiene dinero para aquello, y esa es una de la razones que lo han llevado  a intentar quitarse la vida. “No es fácil tener que lidiar todos los días con esto, menos si no se tiene dinero”, expresa.  
Hasta hace dos años su mamá recibía el bono de discapacidad y otro aporte de una empresa privada. Un día le dijeron que debía quedarse con uno de los dos bonos, y Franco escogió el de la empresa, porque le ofrecía un seguro. 
Meses después le quitaron el beneficio y se quedó sin ningún ingreso.
Desde entonces sus problemas se agudizaron. 
Franco no puede trabajar porque debe cuidar a su madre. Su discapacidad es mental y padece de ataques epilépticos. 
La falta de empleo  y vivienda en Pedernales lo ha llevado a Manta.
En la ciudad vive con su hermana. Ha llegado a buscar días mejores. Lo acompañan su madre y su mascota. 
En Manta Franco intenta dejar atrás su pasado. Está recibiendo atención psicológica y acude a una iglesia evangélica.
Allí ha logrado alejar al fantasma del suicidio. 
Los especialistas le han dicho que sufre una “fuerte depresión”, que él trata de superar. Los evangélicos, en cambio, le dijeron que Dios tiene guardado algo especial para él. 
Y Franco sigue allí.  Convencido de aquello. Seguro de que en este mundo le espera algo bueno.
Atrás quedaron las veces que quiso morir. Ahora solo lo toma como un recuerdo. 
Dice que, de las seis ocasiones que intentó quitarse la vida, en una la pasó muy mal.   
Aquella vez se tomó 30 pastillas de las que su madre usa para controlar la epilepsia. Eso lo mandó a un hospital durante varias semanas. Le hicieron un lavado gástrico y estuvo muy grave. Los dolores eran intensos. 
Anteriormente había tomado veneno para ratas, pero eso no lo llevó a ver la muerte tan cerca. 
Ni siquiera el sentirse asfixiado por una cuerda en su cuello le causó tanto miedo y dolor.
Esa ocasión una hermana llegó a su casa y alcanzó a cortar la cuerda con un cuchillo. La muerte quedó esperando. 
Pero cuando tomó las 30 pastillas, sintió el dolor de morirse en vida. Fue la peor de sus experiencias, expresa. 
Por esos días juró que no lo volvería hacer. Tiene razones para seguir en este mundo: su madre y su inseparable mascota. 
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