Es lo más irónico que le ha pasado en la vida. Entró a un consultorio médico con la alegría de que iba a ser padre y salió triste con un diagnóstico de VIH.
Juan, de 36 años, revive ese momento.
“Te quedas atónito. No sabes qué decir. De pronto desaparecen tus alegrías. Miras a tu esposa y ves cómo empieza a odiarte. Ves en sus ojos la confusión, pero no tienes respuestas. En ese momento yo no las tenía”, recuerda.
Han pasado nueve años desde que supo que estaba infectado. Se enteró cuando su esposa se hizo la prueba de VIH, esa que le hacen a todas las embarazadas.
Juan no lo esperaba. Nadie lo preveía. Ese día, cuando le dieron la noticia, surgieron decenas de preguntas.
¿Cómo se infectó?, ¿quién contagió a quién?, ¿qué va a pasar ahora?
“Cuando suceden estas cosas el primer sospechoso es el hombre”, dice Juan.
Y eso fue lo que todos pensaron. Lo acusaron de haber iniciado el contagio y él no quiso discutir aquello. “Para qué hacerlo, si ya todo estaba dicho”, indica.
Todo cambió. Las discusiones en su hogar se hicieron frecuentes, pero días después él y su esposa recordaron una escena que pudo haber sido la causa del contagio. Ambos vivían en Los Ríos, una provincia que según autoridades sanitarias tiene un alto índice de personas contagiadas con VIH.
Solo en Quevedo, uno de sus cantones, cada mes detectan entre tres a siete portadores nuevos.
La esposa de Juan tenía cuatro meses de embarazo. Por razones que él no recuerda, el bebé murió en su vientre. Entonces le hicieron un legrado (limpieza del útero) en un consultorio privado. Ella contó que cuando la intervinieron vio que usaron los mismos instrumentos que ya habían sido ocupados en otra persona.
Juan dice que tal vez allí le contagiaron la enfermedad.
Aquello les clavó una duda que quisieron disipar, pero cuando buscaron al doctor ya no había rastros de él.
“No sabemos dónde se fue y nos quedamos con la duda”, señala Juan.
Años después su esposa volvió a quedar embarazada.
Tener VIH no es lo mismo que tener sida. En el primer caso se está infectado, pero no necesariamente se tiene que desarrollar la enfermedad; de hecho, se puede permanecer sin síntomas (portador asintomático) por mucho tiempo.
En cambio, el sida es una condición causada por el virus del VIH, que ataca fuertemente al sistema inmunológico por lo que deja de funcionar de forma eficaz, volviendo al organismo susceptible de padecer cánceres e infecciones raras.
> INSUFICIENCIA RENAL. Juan no tiene casa, vive en la de su hermana. Habita en un barrio de Manta (Manabí), de esos donde el lastrado es un lujo. Su esposa y tres hijos viven en la provincia de Los Ríos.
Él, por motivos de trabajo, se ha quedado en Manta, pero ahora está sin empleo.
Desde hace un mes, al VIH se ha sumado otra enfermedad que lo aqueja, insuficiencia renal.
“Hay gente que cree que es por el VIH, pero no tiene nada que ver”, indica.
La insuficiencia renal, en su caso, es el resultado de un problema cardíaco.
Juan sufre de presión alta y en ese sube y baja de pulsaciones sus riñones fueron afectados severamente.
Ahora debe hacerse diálisis tres veces por semana. Aquello lo ha dejado sin posibilidad de trabajar.
No puede seguir laborando en la albañilería porque la última vez que lo hizo se desmayó y terminó en el hospital.
Juan sonríe. “Puede creerlo”, dice, “solo hice un esfuerzo mínimo y casi me muero”, agrega.
Las diálisis son otro tema en su vida. Cuatro horas conectado a una máquina que le limpia la sangre. Enchufado a un tubo que ingresa por su cuello y cuya herida siempre permanece abierta.
Las diálisis lo marean. Le causan debilidad. Generan en él un malestar que en ocasiones lo mantiene en cama por varios días.
Juan es delgado. A sus 36 años pesa menos de 70 kilos. Dice que el VIH no le impidió llevar una vida normal, pero la insuficiencia renal sí.
Lleva un mes sin enviarle dinero a su familia. Tampoco tiene para las medicinas.
Accede a las diálisis porque el Gobierno se las realiza de forma gratuita.
Cuando trabajaba, sus ingresos eran tan bajos que ni siquiera pudo comprarse un terreno, señala.
“No he tenido la posibilidad de comprar una casa. No ganaba mucho. Hace más de un año entregué mis documentos en el Patronato Municipal, pero no he podido acceder a una vivienda”, señala.
Los médicos le han dicho que la insuficiencia renal que padece es crónica.
Tendrá que realizarse diálisis de por vida.
Él está consciente de eso. Así como está consciente de que no puede trabajar y que sus hijos lo esperan todos los fines de semana.
Hay ocasiones en que no puede viajar. Entonces le da nostalgia. Tiene miedo de que un día ni siquiera alcance a despedirse de ellos.