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Corrupción: azote al pueblo
Corrupción: azote al pueblo
Por: Enrique Delgado Coppiano

Sábado 31 Diciembre 2016 | 04:00

Malos vientos han estado soplando sobre Latinoamérica democrática desde meses atrás. Varias naciones han sido conmovidas al descubrirse evidentes actos de corrupción en el manejo de fondos públicos, lo que significa perjudicar a la sociedad y, sobre todo, a las clases menos favorecidas que requieren, de forma permanente, que sus gobiernos destinen recursos para enfrentar álgidos problemas de salud, educación, vivienda o vialidad para ir conformando sociedades más justas y equitativas que en verdad se traduzcan en progreso social. 

Panamá, Venezuela, El Salvador, Brasil y Argentina, entre otros estados, han recibido muy duramente el embate de ver marchar, de una u otra manera, millones de dólares de sus arcas fiscales dirigidas a cuentas y bolsillos de paraísos fiscales, que en el caso de Brasil y Argentina sindican a los anteriores gobiernos de ilícitos que se constituyen en escándalos denunciados por los actuales mandatarios, que reconocen que esos fondos pertenecían  a sus pueblos para crear bienestar, pero con artimañas han servido para sobornar, cohechar, corromper y usufructuar en beneficios de funcionarios, parientes, cómplices politiqueros  que han logrado reunir fortunas a costa de sus conciudadanos, perjudicando a toda la sociedad que era la legítima dueña  de estos valores. 
La ola de descrédito hoy ha golpeado también a Ecuador con el denominado caso Odebrecht, y lógicamente surgen voces que exigen se identifique a todos quienes pueden resultar envueltos  en tan delicado suceso, conviniendo muchos criterios que este asunto viene a empeorar los problemas de nuestra situación económica fiscal, que con un endeudamiento muy agresivo será una herencia casi inmanejable para el Gobierno que debe llegar en pocos meses más. 
Recordando aquí la historia que en la Grecia del siglo VI –antes de Cristo– tiempos del magistrado Solón, todo funcionario público al terminar su mandato tenía la obligación de dar cuenta de sus labores a la Asamblea que aspiraba siempre al bienestar social.  Si no se cumplía esto, el ríndente era severamente sancionado, según cual fuere la falta. 
¡Qué ejemplo más digno de imitar! El pueblo ecuatoriano espera respuestas justas ante los hechos que hoy son de conocimiento general.  
Frente a dos transiciones, el año que adviene, 2017, que esperamos sea mejor ante la dureza que nos golpeó en el 2016; y la otra, el cambio ineludible del modelo económico que debemos escoger todos los ecuatorianos para vivir realmente en democracia, con libertad y justicia, con oportunidades para las nuevas generaciones a quienes no se puede exigir que estudien lo que se impone, sino lo que la vocación de cada ser humano aspira. Feliz Año Nuevo.
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