Luego del terremoto del 16 de abril, esta familia, cuya vivienda colapsó, se refugió en La Tagüera, en el barrio Santa Fe. La vivienda destruida se ubicaba en la calle 8 y avenida 28, en el barrio Santa Martha.

Desde aquel día hasta ahora, esta familia se acuesta y se levanta pensando en el día en que dejarán este lugar, dijo Johanna Alvarado. En la desgastada carpa, cuya área total no llega a los cuatro metros cuadrados, duermen todos los miembros de la familia, 6 en total, cuatro de ellos niños.

En ese espacio se vuelve “insoportable” la hora de dormir, por el calor y el polvo, señaló Johanna. Para bañarse han colgado unas cortinas en un espacio, y para utilizar el sanitario a veces toca hacer cola, dijo.

Los Pacheco Alvarado han improvisado una “sala” al lado de su carpa. “Aquí los niños hacen los deberes, y pasamos un rato cuando las noches están muy calurosas. Pero nada como una casa”, dijo.

El esposo de Johanna es obrero municipal, y lo que gana alcanza para comer, pero no para un alquiler, “por eso no nos vamos del refugio”, comentó.

“Vivimos en la intemperie, sin agua, sin baños, con insalubridad; vivir así nos hace más vulnerables”, agregó.

El dormir todos en un mismo espacio además incide en la regularidad de la intimidad con su pareja, comentó. 

La familia tampoco tiene televisor. Se destruyó con el terremoto. 

Los niños y los esposos en las noches se “arriman” donde la vecina de carpa para ver algún programa. 

Johanna dijo tener novelas favoritas, pero ahora ya no ve las que quiere, sino la que a la dueña del televisor le gusta. No le queda de otra, expresa. 

El lavado de ropa lo hace a mano y no en lavadora, como lo hacía antes del sismo. La vida ya no es la misma para esta familia desde hace tres meses.