Cualquier ciudadano del Ecuador puede tener las justas aspiraciones de presentar su nombre para ser candidato a la presidencia de la República, siempre y cuando cumpla con los requisitos de la Ley y sea una persona idónea en todo el sentido de la palabra; y nadie debe enojarse por hacerlo. Sin embargo, hay que hacer una profunda reflexión para tener las agallas suficientes y llegar a la conclusión de si tiene algún “chance” lógico de no hacer el papelón y tener un rotundo fracaso en las elecciones generales que se darán en el año 2017.
¿Y qué se necesita para ser un buen candidato y lograr la aceptación de los conciudadanos? No existen reglas, normas, factores intrínsecos de la personalidad o factores externos que nos den la fórmula mágica para obtener el candidato perfecto, idóneo, el redentor de los pueblos, el sabelotodo, que va a dirigir la nación en forma adecuada. No importa la cantidad de títulos a nivel terciario o de cuarto nivel, porque si la persona no tiene una personalidad estructurada, un desarrollo emocional adecuado y una salud física y psíquica, de nada valen los diplomas, los títulos “honoris causa”, los doctorados de conveniencia otorgados por universidades nacionales o extranjeras.