Ella es miembro de la nacionalidad Chachi, grupo étnico indígena que en su mayoría habita en la zona selvática del noroeste de Esmeraldas.
Hace tres años llegó a vivir con su familia a Santo Domingo.
Llegó desde el sector Río Canandé, de la provincia verde.
“Me vine en busca de mejores días para mi familia. Vivimos en el kilómetro siete de la vía a Quevedo, entrada a la comuna tsáchila Chigüilpe”, contó Magdalena.
Ella manifestó que quien le enseñó el arte de tejer los cestos fue su madre. “Dentro de nuestra etnia las mujeres somos quienes elaboramos las artesanías. Mi madre me enseñó a hacer canastos de distintos tamaños y que tienen diferentes utilidades, también abanicos. Son tradiciones que vienen de generación en generación”, indicó la mujer.
La materia prima. Magdalena señaló que la materia prima de sus cestos y abanicos es la paja toquilla.
“Compramos la paja toquilla a los compañeros tsáchilas una vez al mes. La inversión es de entre diez y quince dólares”, refirió.
La mujer chachi explicó que la elaboración de sus artículos tiene un proceso, pero no es complicado. “Se corta el tallo de cada hoja de paja toquilla y luego se sacan tiras largas, posteriormente se las pone a secar al sol por dos días”, detalló.
Una vez que están secas las tiras se empieza a tejer y dar forma de lo que se desea elaborar.
“Los cestos son de diferentes tamaños y modelos. Estos sirven para almacenar huevos, panes, frutas, hilos, ropa, y otros usos”, sostuvo.
Los costos oscilan entre uno y tres dólares, dependiendo del tamaño.
Magdalena sale a trabajar varios días a la semana.
Con lo que gana aporta a la economía de su hogar, pues ahora su esposo y padre de sus seis hijos está delicado de salud, según dijo.