Si bien no se tienen cifras exactas del avance de la deforestación, se estima que cada año se talan entre diez y doce hectáreas de bosque. El proceso puede acelerarse en los próximos años, por el incremento de la demanda de madera y sus derivados. Los bosques nativos van desapareciendo. Actividades como la agricultura, la ganadería y la acuicultura restan espacio a las reservas naturales, sin que se apliquen medidas para garantizar la sostenibilidad de estas prácticas. Quienes cortan árboles no toman en cuenta la necesidad de reemplazarlos por nuevos especimenes. De esta forma se causa un daño irreparable al ambiente, pues tendrán que pasar años antes de que crezca uno nuevo. El año anterior, el municipio de Pedernales aplicó una veda de dos meses para impedir que los madereros continuaran talando árboles en las reservas naturales Pata de Pájaro y Mache Chindul. Hasta ahora, los pasos que dieron las autoridades municipales, dirigidos a conseguir el control en el manejo de los bosques, se han encontrado con obstáculos burocráticos y legales que no permiten asumir la competencia ambiental. El Consejo Provincial y algunos municipios mantienen programas de reforestación, aunque los logros ni siquiera igualan a lo que se destruye cada año. La deforestación sin responsabilidad es sólo el inicio de una cadena de atentados contra la naturaleza. Al talar los árboles se deja al suelo sin protección vegetal, lo que a su vez puede causar deslaves, pobreza de la tierra para siembra, muerte de animales que se alimentan de los árboles, disminución del oxígeno, entre otros problemas. El control está en manos de las autoridades y de la conciencia misma de los ciudadanos que deben asumir la responsabilidad de legar a las futuras generaciones el mejor ambiente posible.