Si chuteamos a nivel del mar o en las alturas andinas, es nuestro derecho sin barajos ni perekes. Y ningún sirviente de los pesados de la 5 debía tratar de conculcarlo (qué carajo quiere decir conculcar, no sé, pero suena bonito e impresionante, ¿verdás?). Y digo yo, ¿por qué el miedo si ya nos han ganado en las alturas y les hemos ganado en las bajuras a gauchos, cariocas y charrúas, ah, por qué? Giles perejiles de los que, desgraciadamente, hay por centenas de miles.
Bueno, dejemos ese tema, por hoy, y vamos a lo que le prometí ayer: lo de la “Vasija de barro”. Es un danzante cuya autoría está registrada como de Benítez y Valencia, pero, en verdad, es de un gaaajo: cuatro autores de la letra y un chulla autor de la música, Gonzalo “El Patojo” Benítez. ¿Y Valencia? En paz descanse. ¿Y “El Patojo”?, también. Pero “El Potolo” lo que hizo fue cantar. En la componedera de la música no aportó nada. Y no lo digo yo, humilde mortal, lo dijo un ilustre muertito: el maestro Benítez, (claro, cuando entuavía estaba vivo). “Esa música es hecha por mí solito”, dijo al subrayar que hasta “los derechos de autor también le reconocieron al Potolo Valencia”. Pero sobre esto, mejor mañana, pana.
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