Si el maestro vallenato Lisandro Meza quiere que a Tite lo entierren hoy o mañana, allá ellos. Tite y Lisandro. Y el entierro. Igual con los autores de la letra del danzante “Vasija de barro”, que comenzaron escribiendo: “Yo quiero que a mí me entierren…”.
Yo, la plenuca, Matuca, no quiero que me entierren. Cuando más, que me sepulten, porque no se puede menos; al fin y al cabo, la mortecina no es un aroma agradable. Y el muerto al hoyo y el vivo al bollo. O al baile, si es que prefiere danzar en vez de manyar. Pero yo, sepulto; enterrado, ¡jamás! Cuestión de gustos, nomás, usted comprenderá.
En cuanto a la vasijera solicitud sepulcral, vale anotar que quien expresó el necrófilo pedido fue el poeta Jorge Carrera Andrade una noche friísima y buchera, en el misu Quito. Fue, para ser precisos, el sanviernes 7 de noviembre de 1950, en una casa quiteña sobre la calle Guayaquil. Yo, personalmente, estaba a veintitrés días de nacer en el otro Guayaquil, el puerto, varios metros más abajo, pero no de la tierra sino con relación al nivel del mar. Sobre el tema, sigo mañana: Si quiere saber más del danzante, me lee. Si no, no. No sabrá más y punto
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