El comerciante de dulces recuerda, de manera graciosa, la anécdota que definió su futuro.
Este emprendedor relata que un día, cuando estaba muy cansado, se subió a una Reina del Camino y tras la venta de los dulces se acomodó para descansar en uno de los últimos asientos del bus, quedándose profundamente dormido al punto que despertó en Flavio Alfaro.
En este cantón no conocía a nadie, pero se bajó y terminó de expender los dulces artesanales. De regreso a su tierra le comentó a su familia lo que le había pasado y con un hermano decidieron probar suerte en Flavio Alfaro.
Ambos aprendieron a elaborar los dulces en su natal Rocafuerte, pero con su experiencia en el oficio, decidieron quedarse en Flavio Alfaro y alquilaron un local donde ahora tienen una dulcería y le dan trabajo a 5 personas más.
En esta ciudad lo conocen por el apodo de “Gallo mojado”, y no sabe por qué, pero tampoco le disgusta porque siente que hay fraternidad en su segunda tierra.
Con su pariente y los empleados de la dulcería crearon una asociación de vendedores que comercializa 3.000 dulces diarios a 10 centavos cada uno, es decir que ganan 300 dólares cada día. De la venta, 150 dólares son para la asociación y el valor restante para seguir haciendo crecer el negocio.
Orley y su hermano se levantan a las 02h00 a preparar los dulces enrollados, alfajores, suspiros, huevos de bolsillo, manjares, entre otros.
Llevando una bandeja en el hombro, los Zambrano endulzan la vida de los pasajeros.