Algunos fabricantes dicen que han aprendido esta tradición de sus ancestros y esperan que las nuevas generaciones también elaboren la bebida montuvia.

Identidad. Para Atinio Cevallos el aguardiente es parte de la identidad del cantón. 

Este hombre lleva 30 años dedicado a esta labor. Cuenta que una de sus aspiraciones es que sus nietos no solo vean este oficio como un trabajo para solventar los gastos sino como parte esencial de las costumbres juninenses. 

El productor agrega que diariamente fabrica unos  400 litros de aguardiente. La mayor producción es entre  agosto y diciembre. 

Por otra parte, hay familias que tienen sus propias destilerías y se dedican a esta labor. Es el caso de Wimber y Washington Bravo, quienes manejan su fábrica desde hace unos seis años. 

Ellos mencionan que de sus ancestros aprendieron la técnica de elaboración del aguardiente.

Proceso.  Jacinto Reyna, otro productor, expresa que para obtener el aguardiente se debe pasar por un proceso que comienza con el corte de la caña.

Los tallos de caña se llevan a un trapiche, en el que se los tritura para obtener el jugo.

Reyna dice que mientras más azúcar pueda dar la caña, el trago tendrá un mejor sabor. 

De allí, el líquido va a toneles de madera, donde se lo almacena por 48 horas para que se fermente y se transforme en vinagre.

En ese estado, se lo transfiere a unos calderos de cobre alimentados con leña, donde hierve por cerca de  ocho horas.

El vapor del jugo hirviendo pasa por unas culebrinas (tubos) hasta un depósito para su enfriamiento y luego a un tanque que está bajo tierra, ya convertido en aguardiente.

Tradición. Junín es reconocido en Manabí por la elaboración de esta bebida.

Fábrica. Los hermanos Bravo tienen su fábrica de aguardiente por 6 años.