Cursaba el tercer grado de la escuela Tiburcio Macías de esta ciudad, allá por el año 1954, y mi maestra querida y muy amada era la “Señorita Lila” que así por cariño todos sus alumnos la llamábamos, pese a que ya había contraído nupcias con el también apreciado maestro Don Segundo Hermida Ávila.