El libro ‘Alza que te han visto’, de Wilman Ordóñez, señala: “Debemos reconocer que el único musicólogo preocupado por revalorar la música montubia fue el chonero Manuel de Jesús Álvarez Loor (1901-1958), quien en sus ‘Estudios folklóricos sobre el montubio y su música’, publicado en 1929 en la imprenta La Esperanza de Chone, se convierte en el pionero de las investigaciones musicales del campo. Álvarez describe que la música montuvia es el alma, cerebro y corazón del montubio, porque con ella es arrullado cuando niño, canta sus cuitas de amor cuando joven y porque cuando anciano solo pide que lo sepulten a ritmo, ya que con ella el montubio se siente altivo como sus ‘Matapalos’ y humilde como el ‘Pascuenco’.

Baile. La descripción  coreográfica (coreología) que el estudio de Manuel de Jesús Álvarez plantea sobre las figuras tradicionales del baile montubio de ‘la caminante’ y ‘el amorfino’ es la siguiente: En ‘el amorfino’ el baile consta de dos figuras. La primera consiste en -después de situarse- el hombre frente a la mujer y cada uno en un extremo de la sala, en un ligero paseo hasta el centro de esta, para allí regresar a sus puestos y hacerlo nuevamente; y la segunda consiste en vueltas alrededor de la mujer por parte del hombre. Además, el montubio matiza sus bailes ‘con ligeros contoneos y balanceos de derecha a izquierda’. Y sus antiguos instrumentos musicales sirvieron para acompañar el baile, en el caso de la tambora de cuero de saíno, y para acompañar su música, las flautas de caña guadúa. 

En cuanto a la denominación de los períodos musicales, el montubio los llama ‘paseo’ y ‘vuelta’. Añade Álvarez que a los bailes se los denomina con el mismo nombre de la música: caminante y amorfino”.