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Narcotraficantes Mexicanos
Extravagancia en cementerios de los narcos

La opulencia, los lujos y la extravagancia acompañan a los narcotraficantes mexicanos incluso en su última morada.

Domingo 28 Junio 2015 | 10:51

Esto se puede palpar en el panteón Jardines de Humaya, construido en 1966 en Culiacán, capital de Sinaloa, cuna de los principales narcotraficantes de México. 

El lugar se aleja mucho de la imagen de un cementerio tradicional. En este panteón los mausoleos son edificaciones monumentales de mármol, cantera gris o rosa, granito, cercas de acero inoxidable y cristal. Los restos de los ‘narcos’ yacen en ataúdes de finas maderas y los mausoleos pueden ser de dos o hasta tres pisos. Además, muchas de las edificaciones cuentan con escaleras eléctricas, ascensores, antenas parabólicas, aire acondicionado y repisas con objetos valiosos y hasta finos licores. 
El ambiente de este lugar no se asemeja a la solemnida de un camposanto. Caravanas de camionetas con ‘familiares y amigos llegan en las noches con bandas y música, tiran balazos y se quedan hasta la madrugada. Aquí, hasta grandes artistas han venido a cantar’, indicó un empleado del lugar a periodistas. 
Sin embargo, nadie se atreve a quejarse, mucho menos reclamar. 
Los costos de los mausoleos podrían ser considerados una ofensa para muchos, ya que se encuentran muy cerca de barrios pobres, cuyos pobladores son usados para construir las edificaciones. 
“Esta es barata, cuesta unos 80.000 pesos (casi 7.000 dólares), pero aquella vale como unos 400.000 (34.000 dólares) y la de allá, más de un millón (85.000 dólares)’, dijo Flavio, un albañil a la BBC. 
Los Capos. El lugar aloja los restos de criminales de la delincuencia organizada, como los capos Arturo Beltrán Leyva ‘El Jefe de Jefes’ e Ignacio ‘Nacho Coronel’, abatidos en el 2009 y en el 2010 respectivamente.
Ellos eran enemigos en vida, sin embargo, ahora sus tumbas están ubicadas una al lado de otra. Ambos entierros estuvieron amenizados por bandas sinaloenses y, tras más de 5 años, sus familiares acuden frecuentemente al lugar para beber y realizar asados. 
Asimismo, allí descansan los hijos y esposas de varios narcotraficantes, quienes murieron como parte de la venganza y guerras de cárteles mexicanos. 
Por otra parte, hay capos que están embalsamados, por lo que sus cuerpos son visitados mensual o bimestralmente por sus “estilistas”, quienes se encargan del corte de cabello, uñas y maquillaje, además de que les cambian la ropa para que sigan “conservando su entidad física”.
Anonimato. En ese mismo camposanto existe una tumba muy particular, con tapa de vidrio y que reproduce fielmente una habitación. Sin embargo, sobre la cama no hay nada, por lo que se desconoce a quién pertenece. El lugar además tiene un televisor y fluido eléctrico, muebles, ropa, zapatos, comida y whisky, como esperando a que alguien habite allí.
Esta y otras tumbas no cuentan con nombre o fecha de deceso, alimentando las míticas historias sobre la muerte de los capos.
Poder. Para Pedro Saldarriaga, psicólogo clínico, este tipo de actitudes son muestra de una “afectación en la personalidad”. 
“Tienen una obsesión por el poder, la cual demuestran a través de estos actos extravagantes”, indicó.
Raúl Muñoz, sociólogo, explicó que en México la muerte siempre ha sido “festejada” con ritos tradicionales. Sin embargo, agregó que la postura de los narcotraficantes busca “desafiar a las leyes y demostrar que son poderosos”. Agregó que la “narcocultura es un peligro para la sociedad, ya que desvaloriza a las personas, especialmente a los jóvenes”. 
 
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