La humildad del Papa Francisco lo mueve a proclamar: “Todos somos pecadores”. Y por el conocimiento de la fragilidad humana, con frecuencia repite: “Recen por mí”. Hay que trabajar y vigilar para no caer en el desánimo y luchar por el bienestar de los más débiles con la ayuda del Señor-Dios.
La coherencia con que procede y actúa el Papa Francisco no le permite guardar rencor y practica el perdón a cabalidad. Hoy saluda y recibe con alegría a quienes en el pasado fueron esquivos. La coherencia y sus virtudes lo llevan a ser valiente. Con frontalidad corrige errores por el bien de la Iglesia, corriendo el riesgo por decir la verdad y ser leal a las enseñanzas de Jesucristo.
Hay que saludar al Papa Francisco con afecto, pero es necesario leer y meditar sobre el contenido de sus palabras. Antes de ordenarse Sacerdote, el Papa Francisco escribió: “Creo en la mezquindad de mi alma, que busca tragar sin dar… sin dar”.
A veces el egoísmo, a veces por nuestros intereses, “vemos la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio”.
En la “Alegría del Evangelio No. 75” el Papa Francisco manifiesta: “No podemos ignorar que en las ciudades fácilmente se desarrolla el tráfico de drogas y de personas, el abuso y explotación de menores, el abandono de ancianos y enfermos, y varias formas de corrupción y de crimen. Al mismo tiempo, lo que podría hacer un precioso espacio de encuentro y solidaridad frecuentemente se convierte en lugar de huida y desconfianza”.
Con afecto recibamos al Papa Francisco. Y con alegra sigamos las huellas del representante de Cristo en la tierra. “Cuanto mejores seamos, mejor será el mundo”.