Si bien hay intenciones anunciadas y esfuerzos oficiales de aporte gubernamental por asesorar y mejorar el proceso de producción agropecuario, éste se presenta débil por las necesidades insatisfechas del trabajador de la tierra rural, pues en su pobreza permanece viviendo de esfuerzos propios, con años de atraso en métodos de siembra, mejoramiento de los cultivos, recolección y el manejo de la cosecha. 

Y, lo que es peor, sigue recluido al sistema agiotista y tirano de la comercialización.

Aquello ha mermado la ancestral continuidad familiar campesina a la agricultura, pues los descendientes buscan ahora la ciudad, en peligrosa tendencia porque marca una reducción de quienes se dedican a labrar la tierra.

Es necesario que el Gobierno acentúe su mirada al campo, revitalizando sus políticas agropecuarias de ayuda al campesino, para que pueda con solvencia realizar su extraordinaria labor.