Pocos funcionarios se van de un cargo, ejercido exitosamente, con su patrimonio disminuido. Por eso mi admiración por el señor –no necesito llamarle doctor- Medardo Mora Solórzano creció al conocer su declaración de bienes tras 30 años de rectoría de la Universidad Laica de Manabí. Me recordó a mi padre (38 años en el Bco. Central), carrera que concluyó como Gerente de la sucursal de Bahía en 1963. También era liberal radical como Medardo, como mi madre, grandes cultores del verdadero Eloy Alfaro los 3, no de éste que han querido mimetizar los enverdecidos por el billete. Me interesé en cubrir la tarea legislativa del entonces diputado manabita cuando fue al Congreso de 1979. Mesura, firmeza, versación, sutileza, honestidad marcaron el estilo impactante de Mora Solórzano. Se erigió así por años como la gran esperanza del candidato manabita a la Presidencia de la República. Nunca “cuajó”, no por falta de voluntad suya sino por falta de plata; mejor dicho, por la renuencia de Medardo a comprometerse más allá de lo debido con quienes le dieran la plata.
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