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Enrique Villamar M.
Ricardo de la Fuente

Martes 09 Junio 2015 | 04:00

¡Ricardo ya partió!  Ese mensaje llegó a mi celular de madrugada. Qué manera extraña de avisarme que Ricardo de la Fuente había muerto. Tal vez era lo correcto ¿Para qué mas palabras? Sin tristeza, sin llanto, sin luto. Es que a lo mejor no morimos, simplemente partimos, nos vamos, nos alejamos un poco, como esos barcos que se pierden de la vista y se hunden en el infinito, entre el cielo y el mar en un rojo atardecer. ¡Sí! Así se fue de este mundo, estoy seguro, porque era un hombre soñador, idealista, de esos que tienen en su corazón esa llama que no se apaga, que no se extingue, que brilla siempre, que es la eterna compañía de los hombres que jamás dejan de soñar.

Recuerdo la noche que me lo presentaron, estaba sobre un balcón vestido de blanco, sereno, apacible, fumando, ensimismado en sus pensamientos, hasta que lo llamamos desde el portal. Con una agilidad asombrosa bajó todas las escaleras del edificio para saludarnos. Un hombre notable; qué agradable estrechar su mano, qué franco, qué jovial. Un hombre maduro, “extremadamente joven” diría yo.
A veces lo veía cuando iba a trotar a la playa El Murciélago, cuando pasaba estaba solo con un amigo y cuando regresaba lo veía rodeado de amigos charlando; me causaba gracia, ¿A qué hora pensarán caminar estos señores que se levantaban tan temprano a conversar?
Ricardo hacía lo correcto, mientras yo estaba solo, jadeando, él estaba rodeado de amigos, riendo, escuchando, compartiendo buenos momentos a orillas del mar, como un pescador de amistades, de cariño, de alegría. Como ese pensamiento que dice: “Cuando los amigos se encuentran, los corazones se entibian”.
La última vez que lo vi íbamos al supermercado con mi hermana; hacía mucho calor y Ricardo se tomaba un café, con su cabello largo recogido, con su sombrero de paja toquilla, con las piernas cruzadas, pintoresco. Perfecto para plasmarlo en un lienzo. Mi hermana corrió a saludarlo y yo los miraba de lejos. Luego me enteré de que estaba enfermo, un poco abatido, que no quería recibir a nadie, seguro porque estaba decaído. 
Me gustaba leer sus editoriales en El Diario, con ese estilo ameno, jocoso, fácil de leer. 
Con tristeza he leído su último artículo: ¿Gimnasia o magnesia? En la que le pide a la prensa “ser valientes, audaces, creativos, atractivos y tratar de no darles la razón a quienes les critican por sus errores”. Ricardo de la Fuente… Periodista, educador, escritor, pensador, ciudadano del mundo. Adiós, al amigo bromista y soñador. “Ningún camino resulta largo ni pesado si vas en la buena compañía de un amigo”. 
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