El vocablo samoano “tatau”, del que descienden tatuaje y “tatoo”, fue registrado por primera vez en 1771 por Joseph Banks, cuando formaba parte de una expedición por el Pacífico del explorador británico James Cook, explicó el economista y antropólogo australiano-uruguayo Eduardo de la Fuente.
Aunque varias sociedades tradicionales como India y Japón practicaban los grabados en el cuerpo, los tatuajes que realmente impactaron a los “occidentales” fueron aquellos que los exploradores descubrieron entre los polinesios.
Según De la Fuente, experto en Creatividad e Innovación de la Universidad James Cook, el tatuaje en Occidente debió esperar a la década de 1960 para verse aceptado por sectores más amplios de la población. Estudios realizados en Australia revelan que uno de cuatro jóvenes de la Generación Y tiene tatuajes, una estética que prolifera especialmente entre las féminas.
En el caso de las mujeres el tatuaje es más sutil y en muchos casos juega con la percepción de sensualidad o feminidad, opinó De la Fuente.
El otro lado de la moneda es que una de cada tres personas tatuadas se arrepiente, y de éstas una de cada siete se lo quita, de acuerdo al estudio de McCrindle