Multimillonario a los 26, preso a los 36. Festejó como rockstar, vivió como rey, cayó como delincuente. De día ganaba miles de dólares por minuto, de noche gastaba todo en drogas, sexo y viajes por el mundo”. Esto dice la contratapa del libro “El Lobo de Wall Street”, en esencia una biografía y más que eso una memoria de Jordan Belfort, el genio del fraude que para miles fue la mente brillante, la inteligencia más lúcida, el cerebro iluminado, el creador excelso y el vendedor de acciones y valores que sorprendió en su momento al mundo.
Belfort se podía gastar en una cena 25 mil dólares y en una fiesta de un fin de semana cualquiera 700 mil. Claro, era dinero fácil, producto genuino del engaño. ¿Cuál era su negocio? Comprar acciones basuras, inflar su valor artificialmente y venderlas a precio inflado aprovechando la avaricia humana. Y para lograrlo creó un equipo y una filosofía de trabajo destinado para ese fin. Una auténtica operación de fraude. En estas memorias, tan sugestivas y asombrosas, se basó la película del mismo nombre que tuvo a Leonardo Di Caprio como protagonista y que estuvo de candidata al Óscar en el 2013.