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Don Agustín (III)
Don Agustín (III)
Por: Childerico Cevallos
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Domingo 07 Diciembre 2014 | 04:00

¡Así no se vale! Esa expresión de inconformidad vino a mi mente luego de su intervención, don Agustín, en aquella reunión convocada por un prestigioso club para anunciar el programa estrella que suele desarrollar al finalizar el año.

Es que “no se vale” provechar esta clase de actos para tratar cosas diferentes, como la alusión a  posiciones contrarias a la desaparición del aeropuerto Reales Tamarindos de Portoviejo. Fue discordante al propósito de la convocatoria. Y al escuchar mi nombre sentí algo así como la clásica “sobada de barba”, que disparó el natural y lógico mecanismo de defensa. 
Rondó la tentación a una respuesta similar a su intervención: sin ofensa, tranquila, directa. Sin embargo, predominó en mi el paso de los años. No era el lugar, ni la ocasión ni el motivo de la cita.
Mas, ahora, pasado el momento y el compromiso, me permito decirle, don Agustín, que lo del aeropuerticidio se recordará como el mayor atentado al desarrollo de la capital manabita. Inaudito que en pleno siglo XXI, a las puertas de una crisis económica nacional, se pretenda cambiar un aeropuerto de millones de dólares por un parque para una comunidad, cuya municipalidad a diario libra batallas para mantener a medias los otros parques existentes, en razón a su franciscanas rentas. Y que debe a la población la entrega íntegra de los principales y básicos servicios públicos, como son el sistema de alcantarillado, de agua realmente potable y de saneamiento ambiental.
Por eso, aquello de borrar el aeropuerto Reales Tamarindos del mapa aeronáutico mundial, porque fue una promesa de campaña, resulta, además de incomprensible, tremendamente lesivo al cantón y la provincia misma. Por el aeropuerto, Portoviejo figuraba en las cartillas internacionales. Desde que dejó de funcionar, ya no.
Y le cuento que aquello de “promesa de campaña” me recordó la posición del alcalde anterior, cuando de candidato - probablemente con asesoramiento interesado - anunció su oposición a la construcción del teatro para Portoviejo en el centro de la ciudad; y ya de alcalde, obnubilado, concretó su amenaza, mandando al tacho la mejor oportunidad que ha tenido la capital para contar con el teatro que tanto requiere. Se contaba con el terreno que donaría la extinta CRM en lugar céntrico y con el diseño producto de un concurso internacional, pagado por la misma CRM. Jugó el papel del perro del hortelano.
Y en este punto, don Agustín, Ud. se ha apresurado al manifestar que Portoviejo no necesita teatro por ahora, porque no hay actores en la ciudad. No conoce a su población. La inmediata reacción de los artistas lo confirma. Sólo convóquelos y verá.
Por todo esto mi silencio esa noche. 
Anhelo una recapacitación. Sé que muchísimos más también, aunque teman decirlo, como peligrosamente está sucediendo. Que ese cambio de chip tremendamente publicitado, que ese complejo dibujo identificatorio de su administración, sirvan de reflexión interna. Y se pare de agredir al aeropuerto, cuya pista empezó a ser perforada para asentar el circo y el mercado, que es en lo que se está convirtiendo el lugar, con incierto financiamiento para sus anunciados proyectos.
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