Como patriarca de una familia de árbitros, Vera Santos no oculta su emoción a la hora de hablar de su hijo.

La vida de Carlos siempre estuvo ligada al fútbol. Cuando salió del colegio tuvo muchas opciones, sin embargo el arbitraje le dio todo lo que necesitaba, por lo que fue a estudiar a Ambato, donde fue el mejor graduado de su promoción. 

Yo inicié en el arbitraje en 1979 y en 20 años de carrera estuve presente en muchos partidos importantes, entre ellos un amistoso entre la Selección de Ecuador y Bielorrusia. Mis hijos fueron testigos de ello y de ahí tuvieron la iniciativa de seguir con esa carrera.

Siempre supe que por su capacidad y disciplina llegaría lejos, pero debo admitir que cuando supe que tenía la opción de llegar a Brasil 2014, recé cada día para que lo lograra.

Eran las 06h00 y recibí una llamada de Carlos. Antes de contestar pensé que era algo malo o algo muy bueno, y efectivamente era bueno. Cuando me dio la noticia no lo podía creer, salté de la emoción. 

Cada vez que pita mi hijo, me encierro en un cuarto para disfrutar del partido. Este domingo prendí el televisor muy temprano y no me despegué ni un segundo de él. Quería ver cada detalle para poder recordarlo siempre. 

Fue una emoción inmensa verlo en la cancha, ya que siempre soñé con que uno de mis hijos llegara a la final de un Mundial. Esa felicidad que le dio a la familia y a mí nunca se me va a terminar, ahora puedo decir que puedo morir tranquilo. 

Que estoy muy feliz de ver sus triunfos, pero sobre todo me llena ver el hombre en que se ha convertido. Que pese a sus logros, conserva su humildad y nunca olvida de dónde viene. Que sigue siendo el mismo niño dulce y humilde que creció junto a mí.