Me encontraba en Ocaña, que es un pueblo de 100 mil habitantes en Norte de Santander, Colombia. Fui invitado a una radio para promocionar el festival de teatro del que participaba mi grupo. El periodista, talvez porque no sabía qué diablos preguntar, o por ignorancia, me dijo que sólo conocía de Ecuador a Alex Aguinaga y las islas Galápagos, y quería saber qué más tenía que ofrecer el país.
Ecuador era por esa época un remedo de país con gobiernos inestables, pero le hablé de las maravillas naturales. Preferí omitir las pésimas carreteras, nuestra educación en manos de un grupúsculo de seudoprofesores y las huelgas de los transportistas y trabajadores. Hablé de playas y volcanes, como si yo fuera el representante de una agencia de viajes. Veinte años después, con un Aguinaga retirado del fútbol y las Galápagos invadidas de turistas, estoy seguro de que la pregunta del periodista sería otra y mi respuesta también.