Las crónicas dicen que algunos quisieron irse ante el cariz que estaba tomando la situación, pero la anfitriona lo impidió, cuchillo en mano. El encuentro obedecía a un proceso que había comenzado el año anterior, a raíz de hechos sucedidos en Europa que habían causado preocupación de este lado del océano. “La invasión de Napoleón a España, la proclamación del rey José Bonaparte, la insurrección contra la dominación francesa y la formación de juntas supremas en la Península causaron gran inquietud entre los criollos”, dice Enrique Ayala Mora en su Historia del Ecuador. A partir de esta situación, sobre todo un grupo de personas notables de Quito comenzó a pensar en conformar una junta soberana que reemplazara al gobierno local.
DECISIONES. El encuentro llevó toda la noche y, ya amanecido el 10 de agosto, la decisión estaba tomada. En casa de Manuela Cañizares, contigua a la Catedral de Quito, se encontraban Juan Pío Montúfar, Juan de Dios Morales, Manuel Rodríguez de Quiroga, Javier Ascázubi, Juan Larrea, entre otros. Decidieron tomar el control del gobierno formando una junta suprema que tendría mando en nombre del rey Fernando VII “mientras su Majestad recupere la Península o viniere a imperar en América”, según la resolución.
Antonio Ante, uno de los conjurados, fue el encargado de presentar al presidente de la Real Audiencia de Quito, Manuel Urriez Conde Ruiz de Castilla, el oficio por el que se le ponía en conocimiento de que había cesado en sus funciones. El golpe de Estado -a pesar de proclamarse la fidelidad al rey- resultó sorpresivo para las autoridades y el oficial Juan Salinas logró el apoyo de las tropas de la guarnición quiteña.
SUCESOS. Si bien el movimiento de carácter autonomista y libertario tomó algunas decisiones, no solo no logró apoyo de las demás regiones de la Audiencia de Quito, sino que tuvo una existencia efímera. Los patriotas quiteños hicieron un llamado a la unión de “los Cabildos de las provincias sujetas actualmente a esta gobernación”, como Guayaquil, Popayán, Pasto, Barbacoas, Panamá, pero quedaron aislados y lograron una reacción contraria. Así, desde otras regiones se prepararon milicias para reprimir el movimiento. En este marco de situación, el Virrey de Lima, Fernando de Abascal y Souza, decidió el envío de tropas a cuyo mando estaba el coronel Manuel Arredondo. La tropa quiteña recientemente conformada no soportó la presión y se desintegró, Juan Pío Montúfar se vio obligado a renunciar a la presidencia y el Conde Ruiz de Castilla reasumió el mando de la Real Audiencia, el 29 de octubre.
Aunque se habían hecho negociaciones para evitar represalias, poco después comenzó la represión. El 4 de diciembre de 1809 fueron detenidos muchos de los conjurados -Montúfar pudo huir, junto a otros pocos- y el fiscal Tomás Arechaga pidió la pena de muerte contra 46 detenidos y la cárcel o destierro para otros.
En tanto, los soldados enviados desde Lima comenzaron a cometer abusos contra la población civil, una acción que “logró unificar a la gente en contra del Gobierno y convertir a los presos en símbolos de la ciudad oprimida”, dice Ayala Mora.
LOS MOTIVOS POLÍTICOS Y ECONÓMICOS.-
La chispa de la libertad se encendió la noche del 9 y madrugada del 10 de agosto, hace 204 años. Aunque quizás los patriotas no podían prever en ese momento todo lo que significaría y las repercusiones que tendría la reunión en casa de Manuela Cañizares.
Según el historiador Carlos Landázuri Camacho, al hablar de las motivaciones que tenían los patriotas de agosto, debe tenerse en cuenta que había un proyecto que apuntaba a lo económico y lo político y que beneficiaba específicamente a Quito. “Juzgaban necesario crear un espacio económicamente viable y políticamente autónomo de Liga y Bogotá”, dice Landázuri. Además, empresarios quiteños querían incorporar a Panamá para que sirviera de conexión con Europa y fuera un mercado nuevo para lo que aquí se producía. Pero esto no interesaba a otras regiones, como Cuenca o Guayaquil, en donde se tenían visiones diferentes. Además de todo esto, a los patriotas les preocupaba que América terminara en manos francesas, justamente por el avance de Napoleón en Europa.
Juan Pío Montúfar.- El Marqués de Selva Alegre presidió la Primera Junta de Gobierno, precursora de la independencia ecuatoriana. Curiosamente, en 1790 había sido distinguido como Caballero de la Real y Soberana Orden de Carlos III, por ser un súbdito leal.
Manuela Cañizares.- En su casa tuvo lugar la reunión de los patriotas que se declararon independientes de la Real Audiencia de Quito. Manuela Cañizares no solo fue la anfitriona del trascendental encuentro, sino que participó y alentó a tomar la decisión.
Juan de Dios Morales.- Era funcionario de la Real Audiencia de Quito y fue uno de los participantes más activos en la histórica reunión. Cuando la junta quiteña debió ceder de nuevo a la autoridad española fue apresado y el 2 de agosto de 1810 fue una de las víctimas del sangriento hecho.
Manuel de Quiroga.- Había asistido ya a una reunión en 1808 en casa de Juan Pío Montúfar, donde comenzó a germinar la idea revolucionaria de destituir a las autoridades de la Real Audiencia de Quito. En la Primera Junta de Gobierno él fue nombrado ministro de Gracia y Justicia.
Javier Ascázubi.- Fue nombrado teniente coronel por la Primera Junta de Gobierno y al mando de un pequeño ejército se dirigió hacia el norte de Quito para intentar detener a las fuerzas represoras realistas que llegaban desde Nueva Granada. Fue preso y murió el 2 de agosto de 1810.
José Cuero y Caicedo.- El obispo José Cuero y Caicedo había pertenecido a la sociedad “Escuela de la Concordia”, que propagaba ideas políticas. Si bien no tuvo participación en la reunión de los patriotas, fue nombrado vicepresidente de la Junta de Gobierno.