En la zona mixta, y después del histórico momento que había vivido en el Estadio Olímpico de Londres, lo custodiaba como un ángel guardián. Mientras, todos querían saber qué sentía el corredor después de haber hecho historia.

El rostro de Oscar era una sonrisa inmensa, que ni siquiera dejaba de aparecer para responder sobre sus sensaciones. Había hecho algo grande: es el primer atleta paralímpico que corre en unos Juegos. 

 

 su vida. Le amputaron las piernas cuando apenas tenía 11 meses por una malformación genética. Sus padres, Henke y Sheila, debieron tomar la decisión porque el bebé corría el riesgo de morir; sin embargo, se propuso tener una vida normal y por eso trabajó hasta llegar a ser atleta.  “Se entrenó conmigo durante seis meses antes de que me diera cuenta de que no tenía piernas”, cuenta su entrenador Jannie Brooks. “Cuando empezó era el comienzo del invierno y los chicos venían siempre con pantalones largos. Y Oscar tenía exactamente la misma velocidad que los otros, nunca puso una excusa para evitar un ejercicio, lo hizo todo bien”, agrega.

Pistorius pudo concretar el sueño que no fue en Beijing 2008. La Asociación Internacional de Federaciones de Atletismo (Iaaf, en inglés) no lo había dejado participar porque existía la idea de que sus prótesis –fabricadas por una empresa llamada Ossur– le daban una ayuda “extra”. Debió someterse a unas pruebas que determinarían si era así, algo que para el médico Peter Brüggemann estaba comprobado: Oscar tenía un 25 por ciento de ventaja con respecto al resto.