Parece  que se le está dando el sitial que se merece como el caudillo, el líder, el luchador de las mil batallas, y  sobretodo el forjador de los grandes transformaciones políticas, sociales y económicas que vive el país actualmente.

Pero me pregunto,  a lo mejor tuvo que ser inmolado el viejo luchador por fuerzas detractoras derechistas de la época para ser consagrado como el mártir de la revolución liberal,  la única revolución democrática que ha tenido el país, que por cierto aún está trunca porque todavía se viven los vicios y las taras del pasado que no se han  erradicado totalmente. 

Y que a pesar de otras revoluciones que se han realizado  y se realizan en el país con otros tintes ideológicos y políticos y que han tenido buenos logros e interesantes realizaciones a favor del país, no se pueden comparar con la revolución  Alfarista  que tuvo otras connotaciones, otros escenarios y  circunstancias diferentes.

Es indudable que Alfaro merece todos los honores y todas las distinciones del caso, e incluso que se le otorgue el  máximo grado de General del Ejército Ecuatoriano,  por decreto de parte del actual gobierno, y  que es recibido con beneplácito y orgullo por la ciudadanía manabita  y ecuatoriana.

Pero lo más triste que le puede suceder a la acción y el pensamiento de Alfaro sería la falsa invocación política, al extremo de pasar a un personaje de moda, antes que un personaje concientizado en el espíritu y el alma del pueblo ecuatoriano.

Aquello permitiría  que algunos movimientos y partidos políticos usufructuaran su acción.

Esto para fines eminentemente electoreros e incluso llegar a confundir deliberadamente su accionar revolucionario.

Esperemos que se mantenga intacto el pensamiento político y el accionar revolucionario de Alfaro. 

Como el líder histórico de la democracia ecuatoriana.

Y que siempre sea el candil que ilumine y guíe a los gobernantes.

Para consolidar los logros y los  principios fundamentales de  la auténtica revolución ecuatoriana.  <