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Manuel Chamba Loaiza, presencia en el corazón
Una luz al volver

"¿Usted trabaja en El Diario? Qué pena, la muerte del economista Chamba". El que habla es un taxista joven que vive en Portoviejo, cerca de la casa familiar de Manuel Agustín Chamba Loaiza, gerente general de El Diario recientemente fallecido.

Domingo 29 Julio 2012 | 00:00

Sentimiento. Hay una máxima que vale la pena recordar y viene bien para la semblanza de este hombre. "Cuando tú naciste, todos reían y sólo tú llorabas. Vive tu vida de tal modo que, cuando tú mueras, todos lloren y sólo tú rías". 
Se ve desde el escritorio de Margarita Bravo. Por la puerta entreabierta de la que fuera su oficina en El Diario, la llama de un cirio encendido mueve la memoria a otros días, en los que a Manuel se lo veía ahí, inclinado sobre la mesa de trabajo.
"El Economista no murió. Simplemente está durmiendo y se nos adelantó a todos nosotros. Acaba de terminar una carrera que nos falta terminar a todos los que quedamos", dice Margarita con un brillo delator de emociones en la mirada. Y denota esa huella que queda en cualquiera que trata con esos seres humanos que pasan por este mundo haciendo el bien. "En mi vida va a quedar una plena alegría y gratitud por haberme dado parte de sus conocimientos", afirma.  
Raúl Kon, ejecutivo de El Diario, resume la figura de Manuel: "Era un buen hombre".
 
Amigo. Eduardo Vélez Ávila, como otros de sus conocidos -más, amigos- lleva recuerdos muy vividos en el corazón. "En los 43 años que llevo en la empresa, Manuel destacó entre cientos de compañeros", dice. Y tiene otra impresión: "Estoy seguro de que en su diccionario no existía la palabra 'no'. Es que nadie, después de hablar con él de algún problema, salía con la cara larga de preocupación; todo lo contrario, él tenía siempre una respuesta positiva para cada caso", cuenta. Y agrega: "El único punto de desacuerdo que tuvimos fue en las primeras olimpiadas de la empresa, porque nos ganó en ecuavoley y baloncesto", recuerda con una sonrisa.
 
Para servir. "Manuel Chamba fue de aquellos seres que se acogen al hacer más que a figurar, porque su esencia humana e intelectual siempre estuvo dedicada a servir a la sociedad antes que servirse de ella, cultivando aquel valioso factor del convivir social llamado amistad. Una gran pérdida para todos". Así lo recuerda Childerico Cevallos Caicedo, subdirector de El Diario.
La llama del cirio parpadea y dibuja arabescos en las paredes. Parafraseando a Oswaldo Guayasamín, la promesa implícita lleva un hálito fresco de consuelo. "Siempre voy a volver, mantengan una luz encendida".  <
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