La primera acción que se realiza en campo es excavar zanjas de unos 50 cm. de profundidad y un metro de ancho, alternando un metro entre cada zanja que debe ser hecha siguiendo el contorno del terreno para retener agua y nutrientes. Se rellena cada zanja con restos vegetales, los más gruesos como troncos en el fondo, se agrega hojas, ceniza, estiércol y tierra. La operación se repite hasta llenar completamente la zanja. Si no hay condiciones para el riego, esta labor se la hace antes de las lluvias. En los meses siguientes, todos los restos de las cosechas son enterrados en nuevas zanjas que se excavan entre las ya hechas. No se deben quemar los restos vegetales sino que este sistema permite incorporarlos al suelo en el transcurso de los años –la ceniza puede provenir del horno de leña que se usa en nuestros campos-.
Estudios recientes han demostrado que incorporando solo el uno por ciento de materia orgánica a una hectárea de terreno se logra retener hasta un millón de litros de agua. Esto fue compartido por los dueños de una finca ecológica ubicada cerca de Quito, donde pudimos asistir a un seminario práctico.
En nuestras andanzas por Río Grande descubrimos una serie de terrazas agrícolas hechas por nuestros antepasados y que hoy se usan en cultivos de mandarinas y cacao. Se caracterizan por ser suelos con alto contenido de humus que hoy están perdiendo su calidad debido al excesivo uso de agrotóxicos que matan a todos los microorganismos como lombrices y bacterias nitrificantes. Además, los monocultivos impuestos por los “profesionales” de la agronomía, de acuerdo a la tendencia mundial del supuesto desarrollo agropecuario a través de la revolución verde de las transnacionales, agota los suelos ya que se pierden nutrientes que necesita ese monocultivo, por lo que es necesario utilizar fertilizantes artificiales.
La agroecología también permite recuperar semillas ancestrales, lo que nos accede tener soberanía alimentaria. De esta manera no enriquecemos a las compañías mundiales productoras de semillas híbridas, ya que cada año los agricultores se ven en la necesidad de adquirir, junto con las simientes, todo un paquete tecnológico que incluye fertilizantes y agrotóxicos, a costa de nuestra propia salud.
Es hora de cambiar modelos asesinos del ambiente en beneficio de la madre tierra y de nosotros mismos, ya que obtendremos alimentos más sanos. <