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Parroquialismo político
Parroquialismo político
Por: Luis Fernando Ávila Linzán
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Lunes 06 Febrero 2012 | 00:00

Desde hace algún tiempo, las “fuerzas vivas” de Portoviejo -quienes no tienen ni mucha fuerza ni son tan vivas-, iniciaron movilizaciones en contra del cierre del aeropuerto, cuyo nombre paradójicamente, goza de su misma suerte (“Reales Tamarindos”), luego de que el presidente.

Rafael Correa decidiera unilateralmente cesar en funciones a los pocos empleados que aún quedaban. Aquello materializó una amenaza del mandatario, cuando el año pasado en una visita a la ciudad había propuesto dicho cierre a cambio de una moderna terminal terrestre, una carretera adecuada para llegar más rápido al aeropuerto de Manta y la construcción de un parque en lugar del aeropuerto.
Por supuesto, fueron las/os políticos/as que no alcanzaron a subirse a la camioneta de la revolución ciudadana (porque no las/os dejaron únicamente) quienes promovieron estas protestas, buscando apropiarse de las migajas que deja el poder real. No obstante, esto que parece una defensa loable de los intereses de Portoviejo es una pésima estrategia política. Así, nos quedamos, como quien dice, “sin pan ni pedazo”.
Sucede todo esto mientras la ciudad tiene su periferia sin servicios básicos, las calles llenas de huecos y lodo, y sin políticas de desarrollo económico de ningún tipo... Pudimos negociar políticas locales no suntuarias, aunque estas no sean tan visibles y, por tanto, ni tan populares ni promotoras de nuestra acostumbrada cultura política, la cual nos dio los méritos suficientes para ir a dos mundiales de fútbol consecutivos, y sentirnos contentos con ello…
¿Cómo le podemos llamar a esto? “Valentía del hidalgo pueblo portovejense”, “Manabí primero”, “!el manaba no se deja, carajo!”… Yo preferiría llamarlo parroquialismo político, una patología cultural de la política miope de nuestra pequeña juerga de terratenientes y una clientela bobalicona con autoestima de hotel de siete estrellas.
Afortunadamente no es endémico y lo mismo ocurre en otras pequeñas haciendas, tales como Machala; y, en otras no tan pequeñas como Quito –con su tren, pico y placa y todo lo demás, y un aeropuerto que debió estar en Latacunga, y cien instituciones que deberían estar distribuidas en todo el territorio equitativamente-, en Cuenca con su tren metropolitano, y en Guayaquil con un aeropuerto y una refinería que, estratégicamente, deben estar sólo en Manta y Jaramijó.
Parroquialismo político… ¡Qué bien nos conoce Rafael Correa!.  <

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