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¡MÁS PESO!
¡MÁS PESO!
Por: Pavel Villamar Mendoza
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Domingo 05 Febrero 2012 | 00:00

En el verano de 1692, en el pueblo de Salem, a pocos kilómetros de Boston, Massachusetts, Estados Unidos, Giles Corey fue acusado de brujería.


Más exactamente, fue acusado de “fascinación”. Decían que sus conciudadanos, hechizados por su personalidad, perdían la capacidad de pensar racionalmente, e, incluso, de protestar.
Durante el proceso, como se negaba a declarar sobre el cargo que le imputaban, sus verdugos le colocaban, lentamente, pesadas piedras sobre el pecho. Cada vez que lo interrogaban, Giles Corey gritaba “¡Más peso! ¡Más peso!”. Buscaba una pronta muerte, que sobrevino al segundo día de la tortura.
Un tipo muy chévere, el señor Corey. No recuerdo a alguien que haya enfrentado la muerte con más encanto.
Recordé esta historia, cuando leí, en El Diario del 1 de febrero del 2012 (14A), una resolución de la Asamblea del Ecuador, referente a Ernesto Che Guevara; una resolución que, debo confesar, me tiene fascinado.
Con 66 votos a favor de la propuesta del legislador Tomás Zevallos Vera, nuestros asambleístas afirmaron que el Che murió luchando contra “el neoliberalismo de Margareth Tatcher y la llamada revolución conservadora de Ronald Reagan”.
Curiosa afirmación de nuestra Asamblea.
Resulta que, en octubre de 1967, mientras el Che vivía sus últimos días en Bolivia, tratando de construir un mundo nuevo, Margareth Tatcher era miembro del Parlamento del Reino Unido, le faltaban algunos años para ser Ministra de Educación y Ciencia, y muchos más para ser Primera Ministra.
En octubre de 1967, Ronald Reagan tenía pocos meses como Gobernador de California, y le faltaban muchos años para ser Presidente de los Estados Unidos.
Por sus cargos, por su influencia, en octubre de 1967, ni la una ni el otro podían ser de mayor interés del Che. Pero nuestra Asamblea afirma que murió enfrentando a ambos.
En la misma resolución, la Asamblea del Ecuador señala que la muerte del Che debe ser considerado “un asesinato de lesa humanidad al ser ejecutado vivo”.
¿Cómo no estar encantados por esta resolución? Al mismo Che le habría fascinado que lo ejecutasen ya muerto. ¿Pero vivo? “Asesinato de lesa humanidad”, señoras y señores.
Con todo esto, así, hechizados como estamos, los ecuatorianos deberíamos pedir más esfuerzo y trabajo a nuestros Asambleístas.
O deberemos gritar, como lo hiciera el encantador señor Corey hace ya varios siglos: “¡Más peso! ¡Más peso!” <

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