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Una gran pérdida
Una gran pérdida
Por: Lenin Manuel Moreira Moreira

Martes 17 Enero 2012 | 00:00

La existencia humana cumple inexorablemente su ciclo biológico que está fijado por las leyes de la Naturaleza cuyo ejecutor implacable tangible-subjetivo es el tiempo.

La sociedad, conjunto de seres vivos interrelacionados por necesidades afines y comunes armonizan con aquellos dos factores porque son parte del equilibrio que sustenta la vida en el cosmos.
Es decir, vida y muerte es la ecuación insoslayable del hombre en el escenario natural dentro del contexto social y no deben sorprendernos esos dos acontecimientos inherentes a los seres animados, a las personas.
Esto en el plano material, sin embargo, la condición de ser humano es la de estar dotado de sentimientos, capacidad intelectiva y una serie de valores éticos y morales que de acuerdo a su particular cultura y educación formal y no formal, constituyen el estilo individual que, si son transparentados con sencillez y naturalidad y evidenciados en la solidaridad evidente y manifiesta a sus congéneres, convierten a la persona en un ser digno de ser admirado y apreciado.
Ese conjunto de atributos y cualidades formaron parte de la personalidad de la señora profesora Rosa Argentina Moreira Cevallos de Hoyos, que el 31 de diciembre del año que acaba de culminar, rindió tributo a la vida, sumiendo en el normal luto y pesar a familiares, allegados y amistades, que reconocieron en ella los dotes de maestra por vocación, líder y dirigente por convicción, dama por estirpe y por la exquisitez de su trato y de la dulce energía que emanaba de su temperamento genético que no sabía de claudicaciones.
Su condición de esposa y madre no la desligaron del servicio público que encarnó desde la actividad como educadora, administradora educativa, militante de causas gremiales hasta la acertada conducción de presidenta provincial del ahora Consejo Electoral de Manabí.
El espacio no permite enumerar toda su faceta pública, pero sí dejar constancia, más allá del afecto familiar, que fue una prestigiosa ciudadana manabita, honra de su familia y del magisterio provincial, idealista más allá de su filiación política. Con su partida a lo ignoto deja un gran vacío, pero también un ejemplo para quienes quieran imitarla.
A su esposo Eduardo, a sus hijas Etelvina y Alexandra la solidaridad en el mutuo pesar.
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