Desesperadas por la crisis, muchas familias han optado por dejar atrás lo más preciado que tienen: sus hijos.
Una mañana, pocos días antes de Navidad, una maestra en Atenas encontró una nota junto a una de sus alumnas de cuatro años. “Hoy no vendré a buscar a Ana porque ya no puedo mantenerla”, decía el mensaje. “Por favor, hazte cargo de ella. Lo siento. Su madre”.
En los últimos dos meses, el Padre Antonios, un cura joven ortodoxo que dirige un centro para jóvenes sin recursos, encontró cuatro niños abandonados a las puertas de su institución. Uno de ellos era un bebé de apenas pocos días.
Gemelos. Otra organización de caridad recibió la visita de una pareja, cuyos gemelos fueron internados en un hospital por malnutrición. La madre sufría desnutrición y por ende no estaba en condiciones de amamantarlos.
Casos como estos han causado conmoción en un país donde los lazos familiares son importantes y donde no poder cuidar de los hijos es socialmente inaceptable. Muchos griegos no pueden creer que estas historias “del tercer mundo” estén ocurriendo en su propio país.
Uno de los menores a cargo del Padre Antonios es Natasha, una niña de dos años que su madre trajo al centro hace dos semanas. La mujer estaba desempleada, no tenía donde vivir y necesitaba ayuda. Pero antes de que el personal la pudiese ayudar desapareció, abandonando a su hija.