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Un amigo del más allá
Un amigo del más allá
Por: Ricardo de la Fuente

Sábado 30 Julio 2011 | 00:00

Yo no fui amigo de Rolf Blomberg por una razón muy obvia, porque nacimos en sitios y tiempos muy distantes: él nació en Estocolmo en 1912 y yo nací en medio de las pampas argentinas en 1945.


Sin embargo, reconozco algunas coincidencias que podían habernos acercado al calor de una amistad; la común condición de buenos lectores, el gusto por la aventura, la fotografía, practicada a sol y sombra (es decir, también en la oscuridad del laboratorio) y la militancia en el periodismo.
Hubo otra coincidencia geográfica que nos permitió un fugaz contacto personal: el hecho de que ambos hubiéramos escogido a Ecuador como segunda sede de nuestras vidas. Fue en 1976, apenas unos meses después de que yo me hubiese autoexiliado en Quito. Me encontraba trabajando en el estudio fotográfico de Hugo Cifuentes – mi primer empleo temporal en el país- cuando llegó Rolf Blomberg de visita.
El dueño del negocio me presentó y a continuación se inició un sabroso diálogo.
¿Y cómo te va, Rolf?. Dime, ¿has venido a fotografiar a tus reyes, que están visitando el Ecuador?, preguntó Hugo. ¡Noooo!, exclamó el visitante gesticulando cómicamente. Yo no fotografío reyes, que son unos seres pequeñitos. Yo fotografío árboles, que son grandes y hermosos! Recuerdo haber sonreído mientras continuaba retocando mi negativo, al tiempo que la charla entre los dos afamados fotógrafos marchaba por otros rumbos. Más tarde, cuando el anciano sueco se fue, Hugo me contó someramente de quién se trataba y confié en que algún día volvería a encontrarlo y a disfrutar de su irreverente humor. No fue posible. Me radiqué en Manabí, donde he pasado la mitad de mi vida, mientras Blomberg envejecía en Quito, hasta que un día, leí con cierta pena las noticias sobre su deceso. Un sentimiento que se repitió cuando también Hugo Cifuentes se adentró en las brumas de lo incierto. Pero hay personas – las que dejan huella - que se resisten al olvido. Al inefable Blomberg, que fue una de ellas, lo he venido reencontrando a través de sus libros y hace años, tuve el honor de que se me pidiera presentar una muestra fotográfica suya en Manta, luego de que descubriéramos de que sus pasos de viajero impenitente le habían traído a esta provincia entre 1948 y 1950. Su legado de aquellas andanzas son álbumes de negativos y películas que Marcela Blomberg de Pazmiño ha tenido el buen tino de preservar. Son imágenes de incuestionable valor no sólo por su valor estético, sino también histórico.
Rescatar las fotografías “manabitas” de Blomberg y difundirlas en Manabí, para que su gente las admire y las conserve, sería una tarea grata, una forma de acercarme al maestro, de burlar al tiempo, a las distancias, y de hacerme amigo suyo....  <

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