El escrito explica que el autor es de la generación que en su trato diario con la colectividad utiliza el “por favor”, el “gracias”, que saluda con una sonrisa, que respeta a los mayores y que trata a las personas por lo que son y no solo por lo que tienen.
Hoy se saluda con gritos o no se saluda; nadie cede el asiento a los mayores y peor a las damas. Es muy raro ver que alguien abra la puerta del carro a su pareja y se ha olvidado la costumbre de ponerse de pie cuando entra a un lugar una dama o una persona mayor.
El lenguaje vulgar se impone; se ha olvidado la amabilidad y la cortesía al tratar con la gente. Fumar y beber delante de niños y jóvenes se ve a diario, más en ciudades grandes que en pueblos pequeños donde los valores de respeto se los fomenta a través de los padres.
Las relaciones interpersonales se resquebrajan cuando no se respeta el espacio urbano de los demás y la reacción es una alteración de la armonía, que muchas veces termina, por decir lo menos, en enemistades por absurdos.
El hogar y los centros de estudios deben retomar acciones para recordar estas prácticas de buen vivir que a la larga nos traerá satisfacciones y más tranquilidad en este ajetreada y agitada vida de ciudades llamadas grandes.<