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La Violencia:  ¿es connatural?
La Violencia: ¿es connatural?
Por: Larry Bowen Roldán

Martes 12 Julio 2011 | 00:00

“Sean misericordiosos, como su Padre es misericordioso” (Lc 6,27-28,36).

Posiblemente si los cristianos hubiéramos guardado esta preciosa lección, la violencia no ganara tanto terreno.
Hoy después de dos mil años la discusión continúa, somos juguetes que se balancean entre las ideas de agresión y defensa.
Junto al “no matar”, por la culpa de los “peros”, hemos dado paso a la gran violencia y algunos cristianos nos damos el lujo de clasificar todas las cosas en pecados y moralismos. Pero somos torpes o reticentes cuando se trata de denunciar abiertamente el delito de Caín.
Según lo que vemos y escuchamos, por los medios de comunicación,  la sangre sigue vertiéndose día tras día, ya sea por medio de accidentes de carros, motos, o bien por asesinatos productos de mafias organizadas, asaltos, robos, violaciones etc.  Mientras tanto da la impresión,  que algunos muy tranquilamente se sientan a tomar un café y a dialogar, con paso de tortuga, para buscar solución ante esta ola, ¡que digo¡, marejada de violencia.
El pueblo llano quiere palabras y acciones claras y que en boca de un cristiano es “NO MATARÁS”. 
Alguien dijo que los humanos somos violentos por naturaleza y que la violencia es propia de la humanidad; esto lo dicen algunos evolucionistas, como, que venimos no de un mono normal, sino de un “mono asesino”, como prueba aducen haber encontrado el esqueleto de un mono armado con  una quijada de antílope con la que asesinaba a otros animales. Según este “chiste” el “homus sapiens” viene a ser hijo legítimo, no sólo del mono sino, también, de las armas. Y por ello parece que fuera un deleite pegarle a otro “un tiro”, “enterrarle” una daga, manejar borracho o a velocidades no permitidas, entre otras.
Pareciera que nosotros, los monos, je je, simios armados de violencia, en nuestra evolución hemos llegado a la cúspide, y damos la impresión que si no resolvemos las cosas “a la buena o a las malas” terminaremos desapareciendo como nuestros primos los dinosaurios.
Para terminar, quiero compartir el pensamiento de T. Merton. “Pero lo más gracioso es que constituimos una especie a la cual se le ha dado la posibilidad de “elegir” entre sobrevivir o no sobrevivir. Tenemos unos cráneos más grandes. Somos nosotros los que hemos demostrado si sirven para algo más noble o para encontrar la manera de hacernos añicos”.<
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