En el año de 1995 paseábamos en una visita a la ciudad de Quito por su pequeño y acogedor parque de “El Ejido”, cuando de improviso nos encontramos con una columna de cemento de unos diez a doce metros de altura y levantada en el preciso sitio en que fue inmolado el viejo luchador: Eloy Alfaro Delgado. Allí estaba dicha escueta columna con dos o tres placas de mármol con inscripciones recordatorias de aquel hecho.
No puede ser, me dije, que en el preciso lugar en que se culminó el brutal magnicidio en la persona de uno de los más ilustres hijos de la patria, Eloy Alfaro Delgado, haya tan sólo una ridícula forja de cemento.
A raíz de esta inexplicable experiencia escribí en El Diario, en aquel tiempo, manifestando precisamente la necesidad de que Manabí repare aquel injustificado olvido, ofensivo hacia la memoria del gran caudillo. A Eloy Alfaro se le debía efectuar un homenaje digno de su grandeza, una obra situada en la parte más elevada del cerro de Montecristi, comunicada con su parte baja con tranvías aéreos o funiculares.
El destino forjó a Alfaro para ser un gran hombre y su tarea la cumplió a cabalidad, tan consagrada fue su obra que desencadenó la reacción inverecunda de aquellos que siempre han estado en el lado opuesto de las libertades humanas; y tuvo un trágico fin.
Desde este hecho que manchó a la raza americana, el olvido se había perennizado en la memoria colectiva ecuatoriana, hasta que el actual Presidente de la República, Rafael Correa Delgado, ha hecho honor al gran hombre con el monumento levantado a la ecuménica palabra: libertad, teniendo como lábaro y símbolo a Alfaro, en Montecristi, la ciudad cuna del ilustre hombre.
Actualmente ante el retiro del ridículo monumento que se encontraba en la plaza que lleva su nombre en nuestra ciudad de Portoviejo, se debe dar paso a la concepción de un gran artista plástico nuestro como lo es Ivo Uquillas. Él tiene el intelecto e intuición como para captar la grandeza de los hechos y plasmarlo en una obra de arte que dignifique a la ciudad y sea en verdad un homenaje, aunque tardío, de Portoviejo hacia el caudillo cosmopolita e inigualable: Eloy Alfaro Delgado. Démosle a Ivo Uquillas la oportunidad que pide de “parir una obra grande”. Tienen la palabra la ilustre Municipalidad, el Consejo Provincial y el gobierno central para financiar algo inaplazable. <