El luto cubre una vez más a familias humildes como producto de un nuevo accidente de tránsito sucedido dentro de la geografía provincial. Volvió la tragedia a involucrando nuevamente a una cooperativa de transporte manabita al chocar una unidad de la empresa Coactur contra una camioneta que llevaba en su balde a varios menores residentes en la zona del accidente, quedando como saldo aproximadamente cinco personas fallecidas, entre ellas dos niños.

Resultaría  ocioso hacer elucubraciones y especulaciones acerca de la manera cómo sucedió el accidente y adjudicar la culpa a uno de los conductores, pues aquello es responsabilidad de las autoridades correspondientes; pero sí es necesario que se subraye la imperiosa necesidad de encontrar maneras de neutralizar aquellos riesgos que empujan a los accidentes.
Si bien la ley de tránsito y su reglamento contemplan los lineamientos que deben seguir quienes conducen automotores para evitar crear las situaciones de peligro, la mala costumbre, la tendencia al desorden y a la desobediencia y la falta de un mayor y mejor control en las carreteras hacen, en conjunto, el detonante de la tragedia.
Ante las evidencias, hay que ejercer mayor presión para que los dirigentes de los choferes profesionales apremien más a sus agremiados a respetar las reglas de tránsito, así como concienciar a los conductores de los vehículos particulares.
 Pero, de igual manera, el Estado debe ser mucho más diligente manteniendo las vías con la señalización de rigor, y la vigilancia a la velocidad, que se presenta hasta ahora como discriminatoria cuando aquello se siente que solo se lo hace en la provincia del Guayas, para la que, parecería, existe atención preferente.
Mientras, en Manabí aun la delegación provincial no logra ni siquiera ocupar el local que viene acondicionando desde hace nueve meses; y, lo que es más, adeudando el arriendo por igual tiempo. <