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Horacio Hidrovo | Telf. 05-2931387
La revolución del agua
Horacio Hidrovo

Increíble, pero cierto, que el hombre de nuestros tiempos tiene que congregarse para asegurar el agua que le queda. Si bien es verdad que el agua nació sin título, y que es hija predilecta de la naturaleza, hoy es cierto que se la quiere privatizar para venderla, o bajo la etiqueta mentirosa de generar desarrollo. Varios sociólogos ya advierten al hombre del presente siglo, que las próximas guerras serán por la privatización del agua.

Domingo 24 Diciembre 2006 | 17:53

El agua tiene su propia voz: murmullo, quietud, violencia, o como se lo quiera llamar, pero es ella: bondadosa, solidaria, capaz de morir de sed por salvar a los demás. Así es el agua, pero lo que no podemos aceptar es que unos hombres pretendan apropiarse de ella y encerrarla para dejarla sin su himno de pureza y transparencia. Es indudable que el hombre nunca sintió preocupación por apresar, perseguir o encerrar al agua, para qué, si los esteros y los ríos han bajado solos, sin pesquisas, sin órdenes de detención. La verdad es que el hombre salió a su encuentro y sembró junto a las vegas para poder subsistir en medio de una sociedad que ya dejó de ser justa y equilibrada. Hoy, no queda la menor duda, tenemos que hacer la gran convocatoria, urgente, en las diferentes plazas públicas para detener la voracidad de unos seres humanos por apropiarse de lo vital para la vida en sus tres vertientes: humana, animal y vegetal. En la novela latinoamericana, ya existe una especie de advertencia frente a la tentativa de unos hombres de poner cercas a los ríos; ya lo hicieron con el mar, atrevidamente en muchas partes de América Latina, lo han encadenado, de tal manera que el hombre no pueda asomarse a los ventanales azules. Frente a esta realidad, nace la otra realidad, la de prepararnos para que nos dejen vivir con el agua bíblica, con lo que nos regaló la naturaleza. En algunos textos, de una de las potencias del mundo actual, se expresa que ese país deberá ser el que administre el agua de la cuenca del río Amazonas. Si esto ocurre, tendrá que Latinoamérica cercar con sus propias piernas y brazos, levantar un muro bien alto para evitar que los utilitaristas de siempre se lleven lo que le pertenece a los pueblos. Hoy, ya no por nosotros, pero mañana sí, por nuestros hijos y por los descendientes que vendrán, vamos todos por el agua.
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