El Ejército chileno dijo adiós con honores militares a Pinochet en su calidad de ex comandante en jefe de esa institución, pero el gobierno le negó la posibilidad de un funeral de Estado, y miles de opositores al ex dictador se congregaron para despedirlo con pifias. Mientras en la Escuela Militar de Santiago se realizaban las exequias de Pinochet con una marginal presencia de representantes de los sectores político, económico y social del país, en el centro de Santiago los detractores del ex gobernante festejaban su partida. Frente al presidencial Palacio de La Moneda, en el monumento a Salvador Allende, el presidente socialista que Pinochet derrocó el 11 de septiembre de 1973, los adversarios del fallecido general dejaron en claro que para un sector importante del país jamás habrá olvido. “Ellos, los que están en la Escuela Militar creen que no importa violar derechos humanos con tal de dar una buena situación económica a un grupito de chilenos. Eso no lo compartimos”, dijo el abogado de derechos humanos Hugo Gutiérrez. Ante el monumento a Allende, rodeado de centenares de detractores de Pinochet, entre ellos muchos deudos de las víctimas mortales de la dictadura (1973-1990), Gutiérrez advirtió: “nosotros tenemos memoria y queremos justicia”. Los asistentes a las exequias del general retirado, quien murió el pasado domingo a los 91 años de edad, una semana después de sufrir un infarto al miocardio, recordaron su contribución al desarrollo económico de Chile mediante una drástica reforma neoliberal. Pinochet, es verdad, fue el primer gobernante que aplicó en Latinoamérica reformas consistentes en la privatización de la salud, los servicios públicos, las pensiones y las empresas estatales, base del exitoso modelo económico chileno de hoy en día.