El Ecuador sufre un problema derivado de la absoluta falta de desarrollo político de la sociedad, que como primera consecuencia ha dejado a la población sin líderes y ha fortalecido la posición del único dirigente que pretende acaparar esa posición, para lo cual no pierde ocasión para acentuar el desprestigio de quienes pudieran hacerle sombra.
Y si se le restan las aristas que se desprenden de la intolerancia, su comportamiento parecería convendría al país, al momento, porque permite fortalecer la gobernabilidad y evita que surjan las desgastadoras protestas públicas. Pero imposibilita la lucha democrática porque elimina toda posibilidad de oposición.
La situación creada –no solamente por acción del Presidente- resta interés a toda participación pública. Las próximas elecciones repetirán la historia, pues como que no será posible encontrar una alternativa a la propuesta del régimen que seguramente será la reelección.
Y si asomara la prohibición de reelegir, tampoco el movimiento gobernante tendría un dirigente que tome su bandera con posibilidades de despertar el interés de los electores.
Lo obligatorio en este momento es encontrar nuevos líderes, para darles oportunidades de fortalecerse frente al pueblo, para que se conviertan en alternativas, para que representen a quienes no están de acuerdo con la posición única y eleven la voz con propiedad y con autoridad para reducir los desaciertos de la política.
Y, junto a los líderes, es indispensable también fortalecer los partidos políticos que sienten las bases previsibles para el desarrollo nacional; para conseguirlo hay que terminar con la reiterada acusación a las agrupaciones políticas de culpables de todos los males del país.
En este campo a quien más acción le corresponde es a la oposición, que tendrá que surgir de la casi nada en la que ha sido ubicada por el actual mandatario, el mismo que, sin oposición, reeditará los procedimientos que carcomen nuestra endeble democracia . <