En varias ocasiones el Presidente de la República, principal impulsor de los cambios en la educación - cuyos frutos no vemos aún -, ha expresado lo que es anhelo de todos los ecuatorianos: que nuestros profesionales hayan recibido una formación de calidad para ser competitivos en el mundo.

A ese criterio responde el sistema de ingreso que están aplicando los centros de estudios; pero, aparentemente, no lo han entendido. No es una herramienta para evidenciar la insuficiencia de plazas universitarias, sino un filtro para que accedan a la educación superior los jóvenes que tengan las cualidades que demanda la formación profesional.
La sociedad en su conjunto no “tiene que estar conformada por profesionales de tercero, cuarto o quinto nivel de formación”, pues siempre serán necesarios operadores para los centros de producción de bienes y servicios que, si bien requieren una formación específica, no tienen por qué demostrar que superaron los niveles de la educación superior.
Por eso la universidad debe perfeccionar un método para escoger a quienes mejor desempeño tuvieron en la educación media, pues las profesiones académicas exigen condiciones como el hábito de la lectura, el dominio de la matemática elemental, el dominio de uno o más lenguajes y, sobre todo, la predisposición al estudio, a la dedicación plena.
No todos tenemos las condiciones para ser universitarios. Como cada uno nos conocemos, quienes estamos fuera busquemos nuestro destino con otras habilidades que siempre serán bien apreciadas en la colectividad.
Entre ser un profesional que no sepa leer ni escribir correctamente es preferible dedicarse a alfarero con dominio total de la alfarería u otra manualidad que “sólo” demanda habilidades,  además del conocimiento específico.
Y muchos de los que han logrado cupos de ingreso puede que no sean de la calidad que se espera, mientras que otros que sí la tienen se han quedado fuera. Hay que pensar en un mejor sistema de escogimiento del futuro universitario.<