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Sofistas
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Por: Jorge Bello
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Viernes 21 Enero 2011 | 00:00

El país está preso, también, de pseudos filósofos e intelectuales de izquierda, que agrupados en una suerte de laptocracia teorizan, recrean, arguyen y propagan teorías y tesis que, paradójicamente , están paridas por pragmáticos y tradicionales sirvientes de derecha.

En derecho y propaganda. No es que   sean tontos útiles, el ejercicio del   poder les hace desahogar  la retórica   militancia de cafetín y bohemia que siempre les identifico;  y a la vez,  aprovechan para  gozar  esos  “complejos”  de  pequeños burgueses que siempre perturbaron sus existencias “ revolucionarias” .
En ese juego de intereses  no importan las contradicciones, los sofistas se imponen y mejor si para ello usan  al sofista mayor. Carismático, recursivo, ágil, vehemente, pero sofista al fin y al cabo.
El bien y el mal, lo verdadero y lo falso depende de la perspectiva personal con que valora un hecho o situación. Hago aquí un paréntesis para reseñar sólo un hecho de estos días en Manabí:  el Presidente de la República  tacha de corrupto a un juez de la niñez del Guayas,   por haber accedido a otorgar una garantía constitucional, medida cautelar a favor de la cooperativa Reina del Camino. El presidente aduce,  para su sentenciosa acusación  y desmedida violencia verbal contra el juez y la cooperativa,  un aparente concepto de justicia para con los muertos y heridos, confundiendo,  por ignorancia, desconocimiento, mal asesoramiento, inconsciencia  o mala fe, que el juez que dictaminó esa medida cautelar no estaba juzgando las circunstancias del accidente - un juez de tránsito de Manabí debe estar en conocimiento del hecho y deberá dictaminar a futuro sobre los responsables del accidente - sino observando  el anómalo procedimiento de la Comisión Nacional de Tránsito para sancionar administrativamente a la cooperativa.
En estos hechos lamentables se ha teorizado burdamente sobre justicia, equidad, legalidad, responsabilidad y autoridad,  para en base a la histeria, aparentemente justiciera, inobservar la viga en ojo propio y por lo tanto eludir responsabilidades, pero sobretodo asumiendo de sí y para sí la suprema condición de  todopoderoso juzgador de lo bueno y lo malo. Alguien debe decirle al presidente que es presidente y sólo presidente. No rey ni emperador.
En esos ejemplos,  que se multiplican, descansan mis objeciones severas a esta última aventura plebiscitaria,  donde descaradamente se intenta acaparar poderes supremos e interferir, a nombre de la ciudadanía , en otras funciones del estado, específicamente en el poder Judicial, que habiendo la necesidad de cambiarlo y mejorarlo, el remedio resultaría  peor que la  propia enfermedad. <

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