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Santo Domingo de los Tsáchilas
Religiosas y su vida

Cornelia Chaiña es oriunda de Perú. Pertenece a la congregación Hermanas de la Caridad de San Vicente de Paúl. A los 8 años se dio cuenta de su vocación de ser monja.

Jueves 20 Enero 2011 | 11:43

 A los 15 pensó en ingresar a un convento pero sus padres se oponían. Era la única hija y el deseo de ellos era que estudiara, se profesionalizara y formara un hogar. Por un momento, el tema de ser monja quedó a un lado. A los 21 años el deseo volvió.
“Cuando se está en la vida  religiosa es como un matrimonio en el que te casas con Dios y  es consciente de lo que se elige”, dijo Sor Cornelia, quien añadió que en su congregación se dedican a realizar obras sociales.
De su país extraña mucho, aunque estar en Ecuador no le molesta.
María Rosalva Pérez también tuvo que dejar a su país (Colombia) para ser religiosa.
“Desde que tengo uso de razón quise ésta vida”, sostuvo  Sor María quien pertenece a la congregación de Religiosas de la Comunicación Social.  Ella, quien actualmente trabaja en la librería de la Catedral, dijo que en su congregación se trabaja como en cualquier otra parte. Se tiene un espacio dedicado a la oración. Añadió que estar en este mundo es renunciar a la familia, a un estatus social y dejarlo todo por seguir a Dios.
Una monja es una mujer que ha sido consagrada dentro de una orden religiosa que sigue habitualmente una vida monástica, y se acoge a una serie de reglas, entre las cuales suelen estar el celibato, la obediencia, la pobreza, la castidad y, en algunos casos, aislamiento total de la vida civil, conocida como clausura.

 Una familia.
“La creencia dice que cada vez que se entre a una iglesia por primera vez debe pedir tres deseos, yo lo hice y Dios me escuchó”, expresó  Doris Triviño, quien soñaba que por lo menos uno de sus hijos fuera religioso pero logró más que eso:  tres de sus hijas decidieron entregar su vida a Dios en congregaciones distintas y otra de sus hijas es misionera célibe (misionera soltera que se consagra con votos) y que actualmente se encuentra en Filipinas haciendo misiones.
Triviño, contó que a pesar de no tener familiares que hayan tomado este camino sus hijas optaron por esta vocación por su cuenta pues dicen haber sentido “el llamado”.
“Que mis hijas fueran religiosas fue siempre mi deseo, pero nunca se les dijo o se les obligó a que siguieran ese camino en sus vidas, todo fue un llamado de Dios”, manifestó Doris, Quien contó que una de ellas se graduó en Ingeniería Comercial, otra estaba en cuarto año de la universidad. Decidieron hacer una experiencia en un convento y se dieron cuenta que eso era lo que realmente querían hacer en su vida.
Triviño añadió que la segunda de su hija es de la congregación “Carmelitas Descalzas” que viven en claustro, mientras que la tercera decidió buscar un carisma diferente y por eso ingresó a la de las “Hermanas Doroteas” en la ciudad de Quito ya que allí puede realizar ayuda social exteriormente mientras que en las Carmelitas Descalza permanecen en un encierro donde realizan oración.

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