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El IMPUESTO A LOS CIGARRILLOS
El IMPUESTO A LOS CIGARRILLOS
Por: Walter Andrade
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Lunes 10 Enero 2011 | 00:00

La semana anterior escuché a un antigobiernista acérrimo decir: “a los cigarrillos que le pongan el impuesto que sea” a pesar de ser él mismo un fumador. Otro, este sí no fumador, me dijo:

 “a los vicios, cualquier impuesto.” Bueno resulta que después de saberse los problemas de salud que lleva consigo el hecho de fumar, de haberse difundido globalmente los componentes químicos que se utilizan en la industria tabacalera, cualquier carga tributaria a los cigarrillos es aparentemente bien recibida. Y ésta es la tónica en casi todos los países. Es que difícilmente un impuesto para algo tan dañino para el ser humano genere resistencia que no sea la de los propios interesados, es decir fabricantes de cigarrillos y cultivadores de tabaco.
Se podrá decir, como se ha dicho en otros países que impulsaron legislaciones estrictas contra el cigarrillo, que “la industria tabacalera contribuye con xxx millones de impuestos al estado, que miles de agricultores viven de cultivar tabaco, que se fomenta el contrabando”, pero todos estos argumentos caen por su propio peso al saber con cifras los daños a la sociedad causados por el tabaco. Además ningún gobierno está obligado a abstenerse de gravar con impuestos una industria perjudicial para la salud solo porque da trabajo a 4mil personas, que es el numero, según se dice, que en el Ecuador se dedican al cultivo del tabaco. Esto es lo mismo que decir que no se combata la pornografía, como se la hace en otros países, porque da trabajo a miles. No, lo que causa daño social hay que combatirlo así se perjudique a alguien. Y el contrabando, ¡que se lo controle! Es que si fuera por el temor al ingreso ilegal entonces a nada se le podría subir el impuesto.
Ahora, estudios realizados internacionalmente “muestran que el mayor impacto de la subida de precios en el cigarrillo se da en la población joven, que limita el ingreso de nuevos fumadores. No tanto porque caiga el consumo de los que ya son fumadores, sino porque disminuye el de los nuevos y sobre todo el de los jóvenes. Recuérdese que la edad promedio de comenzar a fumar está descendiendo y ya está cerca de los 13 años”. Este es el beneficio tangible. Los jóvenes que no tienen ingresos y viven de las mesadas de los padres, con un precio elevado, en el peor de los casos, fumarían menos.
El impuesto al cigarrillo entonces, por donde se mire hace bien a la sociedad: cuida la salud de todos y castiga el vicio.  <

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