El gobierno hace muy bien, como dije la semana anterior, en defender el dólar. Y debe usar todas las armas, livianas y pesadas, para alcanzar éste propósito.
El dólar, después de todo, une a los ecuatorianos, es una moneda de altísima credibilidad que permite realizar actividades con confianza, que tiene poder adquisitivo prolongado, que no se deprecia con la rapidez de otras monedas y es, además, de total aceptación a nivel mundial, pese a sus tribulaciones últimas. Y lo más importante: ningún ecuatoriano estaría dispuesto a dejar de recibir dólares por otra moneda. Esto lo sabe el gobierno muy bien. Y por eso busca crear mecanismos que fortalezcan el ingreso y la generación de divisas. Hasta aquí todo perfecto.
Sin embargo, en el deseo de alcanzar este loable propósito pueden ocurrir daños colaterales. Es que una de las medidas que el gobierno va a impulsar es la sustitución de importaciones, lo que sea viable por supuesto, a través de mayores aranceles, para que se compre menos. La idea atrás de ésta medida es que los dólares que tenemos hay que tratar de reciclarlos en el país para que sirvan para el crecimiento de la capacidad productiva nacional, para generar empleo en nuestro territorio de la misma manera que los dólares de los manabitas deberían servir para el desarrollo de la provincia y procurar que no se los “lleven fuera de nuestros límites”, para alcanzar los mismos objetivos que busca el gobierno a nivel nacional.
Y ¿cuál es el daño? El daño colateral es que una medida proteccionista, como el incremento de aranceles, puede dar orígen a monopolios dentro del país. Si actualmente hay libertad para importar refrigeradoras y cocinas, por ejemplo, incrementar los impuestos aduaneros produciría la elevación de los precios lo que volcaría al consumidor a preferir los similares ecuatorianos. Pero resulta que en el país sólo hay dos fábricas y esas empresas al sentir que la competencia tiene precios más elevados, productos de los impuestos, o no los pueden importar, podrían fijar un precio más alto que el del mercado internacional, afectando de esta manera el bolsillo de los ecuatorianos. Esto, como es obvio, sería como “salirse el tiro por la culata”.
Lo ideal sería que la gente produzca más bienes exportables, que el gobierno ahorre lo que pueda y que se controle que no nazcan oligopolios. Y si nacen abrir las importaciones para que los precios alcancen su nivel y se favorezca al consumidor. <