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Pedro Vincent Bowen [email protected] Periodista
LOS BUENOS NO MUEREN

Soy poco afecto a los velatorios (tal lo saben mis amigos más cercanos). Las razones, permitidme explicároslas a fin de evitar falsas interpretaciones.

Domingo 02 Enero 2011 | 00:00

Y es que los seres humanos tenemos toda clase de susceptibilidades y fobias. Muchos no soportan el sol. Otros, el frío. Allá temen la oscuridad. Acullá rechazan el agua. Sin faltar aquellos que son alérgicos a la crítica de los críticos.
Pues yo, pecador me confieso, entre mis múltiples defectos y mis escasas virtudes (¿?), resístome a retener en mi mente la imagen exánime, marchita, de alguien que en vida gozó de mi aprecio, de mi amistad. Pretendo, de este modo, recordar al acreedor de mis afectos, tal como era cuando compartíamos las penas y las alegrías de este mundo, en la plenitud de su existencia. ¡A mis muertos queridos, deseo recordarlos, eternamente vivos!
Pero (el infaltable), en este caso fue inevitable. En su féretro reposaba con la placidez de aquel que vivió ejemplarmente para servir a su familia, a sus semejantes, a sus alumnos y a la Patria. “Más que muerto, dormido me parece. Aunque hay en él, contracciones de frío. Es que al morir el cuerpo se estremece, cuando siente el contacto del vacío.”
Todo su ser tapizado de flores en su caja. Con las manos cruzadas en el pecho. Como dos mariposas desmayadas… tomando aliento para emprender el final vuelo hacia el Oriente Eterno.
Partió rumbo a la inmortalidad. Hacia el cielo de los buenos donde estará rindiendo cuentas ante el Gran Arquitecto del Universo, mi Q.·.R.·.H.·. Hélive Angulo.
¿Sabías vosotros que existen varios cielos? ¿Y que, asimismo hay varios infiernos? Esto no lo aseguro yo (porque para saberlo a ciencia cierta, tendría que haberme muerto). Esto lo dice Lobsamg Rampa (El Tercer Ojo). Según este lama (reencarnado, con conciencia varias veces) existe infinidad de cielos a donde van a parar las almas de los buenos. Unas más cerca que otras, del cielo “master” do reina el dios de cada cual.
De igual manera, las almas de los malos son lanzadas al infierno que se merecen. A los pies del mismísimo Satanás.
Todas llegan puntuales al sitio que les corresponde… menos las almas de los ingratos, que no son bienvenidos ni en el cielo ni en el infierno.
Los buenos no mueren. ¡No pueden morir jamás! Ellos seguirán viviendo en nuestros recuerdos, en nuestra gratitud, en cada molécula del aire, en cada nube, en cada ola del mar, en cada gaviota. En cada flor, en cada niño que nace… por los siglos de los siglos. Eso fue Hélive que, parodiando a Bécquer, seguramente habrá exclamado en el último suspiro: “…Ese soy yo, que al ocaso cruzo el mundo, sin pensar de dónde vengo, ni a dónde mis pasos me llevarán…” <
 

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