Actualizado hace: 930 días 19 horas 40 minutos
Childerico Cevallos Caicedo [email protected]
Isla de paz, ¿cuestión del pasado?

Muy decidora la reacción del Presidente de la República, Rafael Correa, en lo referente a la necesidad de reformar las leyes penales de Ecuador, cuya falencias están facilitando el crecimiento desmesurado de la criminalidad en el país.

Domingo 19 Diciembre 2010 | 00:00


País en el que, bajo la égida de una Constitución hecha al apuro, no podíase esperar otra cosa. Las contradicciones, las fallas y las trabas que para su aplicación se han presentado de a poco son el resultado de la manera confusa, imprecisa, alejada de nuestra realidad y hasta ingenua como fuera redactado el documento, al decir de conocidos y experimentados constitucionalistas.
Constitucionalistas que la atribuyen a una novelera, inexperta y apasionada población de asambleístas que vertieron su pasión, fanatismo y sumisión en la aprobación de la Carta Magna de Montecristi, con asesoramiento de extranjeros contratados por los cerebros nacionales del socialismo del siglo XXI.
Socialismo del siglo XXI que, ante las evidencias de la conflictividad de algunas leyes, está aceptando el error de la precipitación en la utilización del método deportivo de alzar la mano cuando suene el silbato, en penoso sociodrama que mantiene en incertidumbre el futuro de la nación.
Nación que ha empezado a sentir con mayor fuerza el dolor de esa inseguridad que ha mermado la confianza de la población en sus fuerzas de protección, cuya floja reacción se evidencia en el sufrimiento de la familia ecuatoriana que llora la pérdida de hijos o padres, vidas segadas por degenerados que desprecian la ley del hombre y desconocen la de Dios para  desahogar su animalidad sin control.
Control que debería ejercer el Estado en defensa de los habitantes de este alicaído Ecuador  que miran desesperados, angustiados e incrédulos,  la manera cómo la criminalidad ha crecido, entre otras cosas, por la irresponsabilidad e incapacidad de nuestras autoridades y funcionarios que han desfilado por las tradicionales funciones Legislativa, Judicial y Ejecutiva, perdidas en la confusión del socialismo del siglo XXI que, en este plano, están pavimentando el camino al descalabro.
Descalabro que lamentaremos – quizá – más temprano que lo pronosticado, si continúan las miradas sobre el pastel del totalitarismo antes de fijarlas en las aterradoras amenazas contra la ya resquebrajada paz social del país.     
País que – sin cerrar los ojos – aun confía en su presidente para superar esta etapa negra de violencia. Y espera de él la inteligencia y la cordura indispensables para que se enfunde en su investidura de magistrado nacional  y ubique al crimen como su principal enemigo, por el bien del futuro de Ecuador.

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