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“El Justiciero”
“El Justiciero”
Por: Enrique Villamar Mendoza

Viernes 16 Julio 2010 | 00:00

Mauricio Fernando Montesdeoca, esos eran sus verdaderos nombres, pero para muchos de sus amigos él era el “Primo”, o “el chico Tommy” por la marca de ropa que le gustaba usar. Pero para la gran mayoría de la gente él era “El Justiciero” o el “Tsunami” para los delincuentes. Le conocí desde muy joven.

A finales de diciembre de 1998, sobre la Av. Manabí, sus hermanos Nicola y Rey y dos amigos suyos fueron asesinados a balazos a orillas de su casa. Mauricio se salvó de morir por que minutos antes había ingresado a un baño de su domicilio. Dicen que fue un asunto de drogas. Hasta entonces Mauricio era un joven despreocupado, con una vida cómoda y cuyos padres le habían dado todo. Su vida cambiaría trágicamente y el odio y la sed de venganza le acompañarían hasta el final de sus días.
Se cree que fue a entrenar a Israel en seguridad, manejo de armas de fuego y combate urbano; pero lo que mejor hacía “El Justiciero” era el manejo de la información, base de toda operación, la cual procesaba correctamente y era siempre una fuente confiable; todo esto porque conocía perfectamente a los delincuentes, manera de operar, su entorno, movimientos, dónde localizarlos y finalmente eliminarlos. Se vengó de todos los que mataron a su familia y se convirtió en un hombre extremadamente cruel, con adicción a la sangre de los delincuentes. “Manos Largas”, “El chico del millón”, “La bomba”, “Perro Ñato” y “Chani”, el más famoso de todos, ellos cayeron bajo sus manos. Se dice que fueron más de cien. Manabí, era tierra maldita para los delincuentes.
“Pero el que a hierro mata, a hierro muere”, la madrugada del 15 de julio, como a muchos que “El Justiciero” mató, él también cayó bajo el fuego de las balas asesinas. Y es que en esta profesión que escogió, es raro el que se jubila o llega a viejo.
Había muerto el guardián de la provincia, fue acompañado por multitudes, envuelto en banderas, canciones y homenajes. Hubo protestas. La gente se sentía desprotegida. Era un héroe romántico, un gigante, se convirtió en un mito, en una leyenda. Era atractivo para las mujeres  y respetado por los hombres. ¿Quién lo mató? La gente en las calles, que lo sabe todo, cree saber quién pudo haberlo asesinado.
Pudo haber sido un buen médico, un buen arquitecto, o lo que hubiera querido ser; pero la droga apareció en su camino muy temprano; esa maldita droga que destruye a la familia, que corrompe a la juventud, que compra la conciencia de los hombres honestos y de la justicia.
Jamás debemos permitir que la droga se venda libremente en las calles, jamás permitir la impunidad para ninguna persona que trafique con ella, porque se juega con la vida. “El Justiciero” fue una lección y una víctima de los errores de nuestra sociedad. Porque la gente no confiaba en la Policía ni en los fiscales ni en los Jueces, confiaba únicamente en un hombre, al que le decían “El Justiciero”.

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