Constituyéndose en uno de los problemas más molestosos de la capital manabita, la ocupación arbitraria de las calles, aceras y portales no es aún considerada como asunto de solución prioritario por las autoridades municipales, a pesar de los anuncios que sobre el particular se han efectuado.

Inicialmente la zona conflictiva era el centro de la ciudad, pero a medida que van creciendo o incrementándose los negocios, se extiende el área afectada, pues se copia el procedimiento irregular al notarse que no hay acción de control efectiva.
Así, los lugares de expendio de comida tienen sus mesas sobre la acera, lo mismo que los minibares, las pizzerías, las ventas de comida rápida; y qué decir de los almacenes de ropa o de electrodomésticos o de cualquier mercadería que, prácticamente, cierran el paso a los transeúntes, obligándolos a usar las calles como camino.
Y en algunos lugares se hace de la calzada sitio de reparación de vehículos, de limpieza y lavada de los mismos, restando espacio al parqueo de otros automotores, porque quienes realizan esta actividad en lugares públicos se apoderan de los mismos para lograr ingresos económicos.
Esto, indudablemente, conmociona más la ya desesperante situación creada por la intensa circulación peatonal y vehicular que, en verdad, mantiene en jaque a los funcionarios municipales y de tránsito, sin que se atrevan a enfrentar la situación en forma definitiva.
Y hay casos especiales, como la columna de carros que se forma para utilizar el servicio especial de un  banco en el centro de la ciudad, que rodea la manzana y obstaculiza el tránsito, pero que, inexplicablemente, cuenta con el beneplácito de las autoridades.
Hay algunas decisiones que deben revisarse, puesto que la situación no está para privilegios, especialmente si los tiempos han cambiado y debe actuarse de acuerdo a la realidad.