El periodista es un profesional que se forma en la calle, en la academia y en la investigación permanente.
El ejercicio de la profesión implica la utilización de herramientas técnicas y éticas para transmitir hechos acontecidos o por acontecer e interpretar realidades o irrealidades.
Pero no son la profesionalidad y la ética las únicas aristas de una ley de medios. Por estos días se discute la conformación de un Consejo de comunicación que regule precisamente lo expresado líneas arriba.
Un Consejo en realidad no puede ser un Tribunal de la Inquisición, sino un ente que, ante excesos y arbitrariedades, asuma medidas de regulación. Un Consejo no debe responder a los intereses del gobierno de turno, pero tampoco supeditarse a los caprichos y a la prepotencia de algunos empresarios mediáticos.
Pero hay otra arista, quizá la más interesante, que se refiere a la distribución del pastel comunicacional y con mayor énfasis del espectro radioeléctrico, de cuya tenencia y manejo depende que el poder mediático se incline hacia uno y otro lado. El tema no ha sido enfocado desde el punto de vista del reparto geográfico, que es como se lo debería enfocar, y eso perjudica a provincias como Manabí.
Guayaquil y Quito acaparan el 80 por ciento de las frecuencias nacionales, mientras las provincias llamadas periféricas enfrentan múltiples trabas para consolidar un vía mediática que les permita poner en vitrina sus problemas, logros y aspiraciones. Nos encontramos con el hecho desalentador de que se reparten las frecuencias de radio y televisión de la misma manera que la riqueza nacional, o sea de manera inequitativa y mezquina.
Algunos medios de Quito y Guayaquil, que se auto titulan nacionales, imponen una óptica sesgada y regionalista, ignorando nuestros valores y aspiraciones, o presentándolos como hechos fragmentados.
Para algunos medios nacionales nuestra provincia sigue siendo la tierra de las mujeres bonitas, de las playas hermosas y de los crímenes sonados.
Las informaciones que requerimos que el país conozca generalmente son tratadas de manera circunstancial.
Los poderes formales y los fácticos son ejes correspondientes entre sí, y las regiones que acumulan poder económico y político obtienen también poder mediático, en desmedro de otras regiones del país. Es obvio entonces que el problema mediático refleja el problema económico y viceversa.
Aclaro que la falta de medios nacionales no es nuestra única falencia, y que existen debilidades en organización y unificación. Pero hay que reconocer que carecemos de una antena nacional propia que nos amplifique todo el tiempo. En el tema mediático el país necesita un baño de verdad.